columna

Jugar, luchar y ganar

Hoy muchos se han erigido en los grandes voceros del salto al éxito de las mujeres de la Roja cuando, durante años han invisibilizado o han sido cómplices en la invisibilización del fútbol jugado por jóvenes mujeres

Las jugadoras de la selección española de fútbol celebran su victoria del Mundial, este domingo en Sídney. Foto: EFE/EPA/BIANCA DE MARCHI | Vídeo: EPV

No me gusta el fútbol. Sin embargo, aquí estoy, en pleno agosto, acompañada de cuatro jóvenes, viendo y animando a la selección femenina de fútbol en la final del Mundial. Unos jóvenes que hasta hace unos años no daban un duro por las chicas que jugaban, siendo todos ellos jugadores de equipos federados muy inferiores. Pero este verano han seguido todo el Mundial, se saben los nombres de todas las jugadoras que com...

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No me gusta el fútbol. Sin embargo, aquí estoy, en pleno agosto, acompañada de cuatro jóvenes, viendo y animando a la selección femenina de fútbol en la final del Mundial. Unos jóvenes que hasta hace unos años no daban un duro por las chicas que jugaban, siendo todos ellos jugadores de equipos federados muy inferiores. Pero este verano han seguido todo el Mundial, se saben los nombres de todas las jugadoras que componen el combinado español y el de muchas de otras selecciones. Esta descripción, por sí sola, es éxito de estas mujeres que, precedidas de otras muchas jugadoras que intentaron hacer de su pasión por el fútbol su profesión, han conseguido que hoy muchas personas, incluso, las ajenas a dicho deporte, estemos pendientes de la final. Un éxito… aunque hubieran perdido.

Estos días los programas deportivos de diferentes emisoras, con sus locutores al frente, han cantado las muchas virtudes de la selección española. Tampoco se han ahorrado críticas a algunas de sus jugadoras. Pocas he oído, en cambio, respecto de su controvertido entrenador. En todo caso, se han erigido en los grandes voceros del salto al éxito de las mujeres de la Roja cuando, durante años, ellos mismos o sus compañeros han invisibilizado, o han sido cómplices en su invisibilización, del fútbol jugado por jóvenes mujeres, atacando su falta de técnica, disciplina, profesionalidad, etc. Poco han hecho por cambiar dicha situación, esponsorizando a lo grande, con dinero contante y sonante, a estos equipos.

Más allá de lo puramente futbolístico, las mujeres de este equipo, de anteriores alineaciones y de selecciones de otros países destacan por toda una serie de virtudes que no debemos obviar cuando las vemos jugar. Las mujeres del fútbol, y de otros deportes, se enfrentan cada día a estereotipos de género. Como les pasa a las niñas en el patio del colegio, cada día escuchan que el fútbol, el bueno, es un deporte de hombres, de lo que se deduce que, si juegas de forma regular, incluso profesional, o te estás entrometiendo en un espacio que no te toca, o eres poco femenina, cuando no, una machirulo. Pese a todo, ellas siguen, incluso ante condiciones más adversas. Listas, fuertes, currantas, guapas y… valientes. Hemos visto a deportistas de países en los que hacer deporte se ha convertido en contrario a la ley impuesta. Una valentía que muestran cuando viven, por ejemplo, su homosexualidad sin complejos. Sí, son también referentes en la lucha por los derechos LGTBI, sin que hacer pública su condición sexual se convierta en hashtag global. Por no hablar de cómo plantan cara al racismo o al edadismo, sin que se paren partidos ni se inicien campañas. Se han atrevido, incluso, a mostrarse vulnerables a la presión y el sacrificio extremos.

Señoras, gracias y felicidades.


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