De turras y tetas

La cuestión de por qué el pecho femenino se cubre en Occidente y su relación con el erotismo es apasionante, pero no menos apasionantes son las razones por las cuales algunas quieren desexualizarlo

Eva Amaral, en su concierto del día 12 en el festival Sonorama, en la localidad burgalesa de Aranda de Duero.Paco Santamaría (EFE)

La semana pasada, Eva Amaral enseñó las tetas en un concierto. No sé si el gesto servirá para que no se le “arrebate a las mujeres la dignidad de su desnudez”, que fue lo que dijo mientras se descubría el pecho, como esas obras de vanguardia que necesitan un cartelito para explicarse porque, si no, tienen poco sentido. Pero el caso es que, como a la cita con las lolas de la cantante no ha faltado pluma alguna, su discurso facilón h...

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La semana pasada, Eva Amaral enseñó las tetas en un concierto. No sé si el gesto servirá para que no se le “arrebate a las mujeres la dignidad de su desnudez”, que fue lo que dijo mientras se descubría el pecho, como esas obras de vanguardia que necesitan un cartelito para explicarse porque, si no, tienen poco sentido. Pero el caso es que, como a la cita con las lolas de la cantante no ha faltado pluma alguna, su discurso facilón ha dado lugar a unas cuantas reflexiones interesantes.

El maestro Cuartango, por ejemplo, lo ha tomado como punto de partida para reivindicar el pudor y el erotismo ―no hay uno sin el otro, por muchas Amarales que nos intenten convencer de lo contrario― y para reflexionar sobre la degradación del segundo en nuestros días, que se produce no por defecto, sino por exceso de carne. Enrique García-Máiquez ha escrito sobre los que piensan que enseñar las tetas enfada a mucha gente cuando realmente no escandaliza a casi nadie, y sobre cómo emplean una treta similar a la que se da cuando, en una discusión, te dicen “no te pongas nervioso” estando tranquilo, y es precisamente ese comentario el que te exaspera. Sergio del Molino, por su parte, ha conjeturado con que las tetas de Amaral no molestan por estar descubiertas, sino porque “encarnan un cierto tipo de disfrute pijoprogre de la vida, una inclinación al placer y a la celebración que resultan insoportables a algunos resentidos”.

Yo, sin embargo, creo que con alegría enseñan las tetas las señoritas turgentes de las películas de Sorrentino, pero que lo de Amaral es más bien una turra, y eso es lo que irrita. Los adalides de la nada, como cantan los Biznaga. Lo vacuo que es combatir una amenaza inexistente, el sinsentido de reivindicar que las mujeres puedan despelotarse en un tiempo y desde un lugar en el que las marquesinas y las redes están llenas de tías buenas en lencería y mandamos a Eurovisión a una muchacha en tanga.

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Como otras mujeres, Amaral es partidaria, supongo, de la desexualización de las tetas, de su homologación al pecho masculino. Su punto de partida, imagino, es que si la pasa de Iggy Pop puede cantar en torso, ¿por qué ella no? Y el caso es que ella sí, porque lo ha hecho, pero corramos un tupido velo.

La cuestión de por qué el pecho femenino se cubre en Occidente y su relación con el erotismo es apasionante, pero no menos apasionantes son las razones por las cuales algunas quieren desexualizar las tetas. ¿Es porque les resulta opresivo que sean fuente de atracción? ¿Es por un igualitarismo que roza a veces lo ridículo en su intento de tratar igual lo que es diferente? ¿Es por una modernidad porculera y superficial que considera la subversión un fin en sí mismo?

Me lo pregunto sinceramente. Y me lo pregunto aún más sinceramente cuando la que un día reclama desexualizar el pecho femenino, al otro luce un escotazo, que nunca se lleva “para verse bien a una misma”, por mucho que nos digan las Amarales, sino para que nos vean guapas los demás. Así que el verdadero interrogante es si estamos dispuestas a renunciar al poder que nos confieren nuestras tetas, del que escribió la feminista Camille Paglia encabronando a las feministas. Y del que, lo reconozcamos o no, todas en general y las que tienen más de una 90 en particular somos conscientes.

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