Bala de plata perdida

Esperábamos en el debate un Feijóo conservador y un Sánchez agresivo, y en su lugar hemos visto un candidato del PP avasallador y un presidente prácticamente desbordado

Sánchez y Feijóo, en el plató de Atresmedia. Foto: EDUARDO PARRA (EUROPA PRESS) | Vídeo: EPV

Usted no ha visto un debate esta noche. Usted ha visto un cara a cara en el que se cantaban cifras, se hacían reproches, se lanzaban chascarrillos con interrupciones y mensajes muchas veces absolutamente ininteligibles. No hubo debate, y mucho menos espectáculo televisivo. Como espectadora, les confieso que quise desconectar a la media hora. Y si la televisión sirve para dar ese realce a la individualidad de los candidatos, también les confieso que esa per...

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Usted no ha visto un debate esta noche. Usted ha visto un cara a cara en el que se cantaban cifras, se hacían reproches, se lanzaban chascarrillos con interrupciones y mensajes muchas veces absolutamente ininteligibles. No hubo debate, y mucho menos espectáculo televisivo. Como espectadora, les confieso que quise desconectar a la media hora. Y si la televisión sirve para dar ese realce a la individualidad de los candidatos, también les confieso que esa personificación se disolvió pronto en la bruma de un caos casi grotesco.

En ese lodazal absolutamente descontrolado por los que debían moderar, Alberto Núñez Feijóo ha conseguido trasmitir la impresión de tener mayor templanza. “No me interrumpa”, “tranquilícese”, “le veo a usted muy nervioso”, eran las frases que continuamente lanzaba al presidente del Gobierno. Solo le faltó sacar del bolsillo de su chaqueta un lexatín. Un debate es una oportunidad para expresar claramente ideas y objetivos. No sé ustedes, pero yo he visto pocos. La sorpresa es que esperábamos un Feijóo conservador y un Sánchez agresivo, y en su lugar hemos visto un candidato del PP avasallador y un presidente prácticamente desbordado.

Sabemos que los candidatos que van a la zaga en las encuestas o que tienen mayor confianza en sus habilidades se presentan ante estos duelos para arriesgar. Y sabemos también que el sobreentrenamiento a veces puede tener un efecto no deseado y hacer perder frescura. Lo cierto es que Sánchez salió a la defensiva y Feijóo fue más hábil con el ataque: consiguió embarrar desde el inicio un debate en el que Sánchez chapoteó demasiado en el tema de Vox. Ni siquiera en ámbitos en los que podía lucirse un poco más estuvo hábil: en las propuestas feministas Feijóo solo habló del solo sí es sí, mientras Sánchez no salía de las banderas LGTBI. Y tampoco se habló del cambio climático.

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Hay pocas lecciones que extraer de los debates. Una: que se acaban si uno de los dos contendientes empieza a parecer más presidencial. Sánchez se fue desquiciando poco a poco perdiendo el tono presidencial que le daban cinco años con una buena hoja de servicios. Dos: los debates se pierden más que se ganan y los errores cuestan más que los aciertos, por eso quien lidera las encuestas arriesga menos. Tres: suelen ser un éxito de audiencia.

Tras esta noche el periodismo tiene que reflexionar sobre si quiere otorgarles mayor entidad democrática o seguir considerándolos un evento puramente mediático en el que su papel se reduce a dar paso a los bloques. Al final, lo que quedará de este careo es el ruido; dos candidatos interrumpiéndose, reventando cualquier posibilidad de debatir. ¿Combate nulo? Era una bala de plata para el que va por detrás y Sánchez la ha desperdiciado.

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