Feijóo y la igualdad

¿Qué significa defenderla si no es apoyar la arquitectura institucional que la promueve, las leyes que la impulsan y los consensos internacionales sobre lo que esa igualdad implica?

El lenguaje político es un campo de batalla: nos empodera, pero puede hacernos vulnerables. Fíjense en cómo borra Vox los intereses específicos de las mujeres añadiendo la palabra “familia” a la igualdad. El lenguaje es así de mágico. Por eso Feijóo reivindica por arte de birlibirloque ...

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El lenguaje político es un campo de batalla: nos empodera, pero puede hacernos vulnerables. Fíjense en cómo borra Vox los intereses específicos de las mujeres añadiendo la palabra “familia” a la igualdad. El lenguaje es así de mágico. Por eso Feijóo reivindica por arte de birlibirloque “las demandas históricas” del “feminismo clásico”. Qué importa que la tortuosa relación del PP con el feminismo se caracterice por la impugnación de casi todos sus avances, el retroceso voluntarioso al ver la austeridad como una oportunidad para imponer el marco conservador, y finalmente con Vox, resignificando las políticas existentes y desplazando la igualdad. ¿Qué significa defender la igualdad si no es apoyar la arquitectura institucional que la promueve, las leyes que la impulsan y los consensos internacionales sobre lo que esa igualdad implica? ¿Puede Feijóo reivindicar las demandas históricas del feminismo? Hagan conmigo un tour.

Hace no tanto las españolas no podíamos tener cartilla bancaria. Como explica la profesora María Bustelo, la igualdad supuso un cambio social tan brutal porque está inevitablemente ligada a la historia de nuestra democracia. Reconocida en la Constitución, es el eje vertebrador de la consolidación democrática y nuestra plena europeización: la UE empujó mucho inicialmente, pero España pasó después a influir en Europa, convirtiéndose en referente en políticas de igualdad. Nuestra historia democrática, incluida la Transición, no se entiende sin el establecimiento como prioridad política de la igualdad entre hombres y mujeres. Comenzó tarde, en 1983, gracias a la lucha de algunas mujeres socialistas para crear el Instituto de la Mujer. Alianza Popular lo apoyó. Los logros alcanzados se mantuvieron tiempo después con Aznar por los recursos europeos para políticas de igualdad de género, aunque sin avances sustanciales. Tuvimos que esperar a 2007, con la ley de igualdad de Zapatero, para vivir un salto cualitativo para la paridad, los planes de igualdad o la aprobación de presupuestos con perspectiva de género. El PP votó en contra. Tuvimos el primer gobierno paritario, cuando ninguno de los de Rajoy lo fue; una Ley Integral contra la Violencia de Género, y una ley del matrimonio homosexual que el PP recurrió teatralmente al TC y que durmió el sueño de los justos. Hizo lo mismo con la ley del aborto de 2010.

Con la austeridad, la situación de las mujeres retrocedió rotundamente: en empleo, educación, dependencia, sanidad. Perdimos instituciones claves, como el Servizo Galego de Igualdad, y el Instituto de la Mujer fue degradado jerárquicamente. Las partidas de Igualdad fueron recortadas, incluso en época de bonanza. Y vino el giro ultraconservador sobre el aborto de Gallardón, en fila india con los obispos y la oposición fulminante del movimiento feminista. Estos datos muestran la relación del feminismo con quien dice reivindicarlo. Si el PP se posiciona de veras a favor de políticas activas, bienvenidos sean al debate, pero hace falta algo más que un Borja Sémper para que nos lo creamos. Deben responder a una pregunta: ¿Qué políticas de igualdad propone Feijóo?

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