Del sanchismo a la quijotización del PP

La propaganda de los populares, en este momento, está llevando el debate a un terreno donde la realidad no le da la razón

Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso, en un acto de campaña de PP en Getafe (Madrid).Santi Burgos

Un fantasma recorre Twitter: el fantasma del sanchismo. El término articula toda la campaña del PP y aparece como hashtag en cualquier tuit del partido, de los miembros de su Gobierno, de sus afiliados y de medios y periodistas afines. Pones “sanchismo” en Twitter y se desata el apocalipsis político: resucita ETA, el autoritarismo nos gobierna y el despilfarro se desata. Esa es la razón por la que el Partido Popular ha diseñado una campaña política que, a falta de ideas, se articula en un solo eslogan: derogar el sanchismo.

Y eso, ¿en qué consiste exactamente? El PP nos lo aclara...

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Un fantasma recorre Twitter: el fantasma del sanchismo. El término articula toda la campaña del PP y aparece como hashtag en cualquier tuit del partido, de los miembros de su Gobierno, de sus afiliados y de medios y periodistas afines. Pones “sanchismo” en Twitter y se desata el apocalipsis político: resucita ETA, el autoritarismo nos gobierna y el despilfarro se desata. Esa es la razón por la que el Partido Popular ha diseñado una campaña política que, a falta de ideas, se articula en un solo eslogan: derogar el sanchismo.

Y eso, ¿en qué consiste exactamente? El PP nos lo aclara a golpe de tuit: “Abolir políticas del Gobierno de Sánchez que: han lastrado nuestra economía, han dividido a la sociedad, han debilitado nuestras instituciones”.

A simple vista, podría parecer torpe que el PP se agarrara precisamente al lastre de la economía cuando los datos de la Agencia Tributaria arrojan una mejora generalizada en el mercado laboral. A la unidad de España, después de que lo más duro del proceso independentista de Cataluña haya quedado atrás con el Gobierno del PSOE y al debilitamiento de las instituciones, tras cuatro años y medio de bloqueo de la renovación del Consejo General del Poder Judicial por parte del PP.

Con esto no quiero decir que el Gobierno de Pedro Sánchez no merezca críticas, sino que la propaganda de los populares, en este momento, está llevando el debate a un terreno donde la realidad no le da la razón. Ni falta que le hace, me explicaría su director de campaña, porque el sanchismo es solo un eslogan y como tal no necesita formar parte de la experiencia cotidiana de las personas. Al contrario, tiene que imponerse en el mundo abstracto de los deseos y las emociones.

El problema es que eso que literariamente llamamos fantasía se convierte en rancio populismo en el terreno político, que abona quien intenta ganar apelando a un imaginario abstracto que se puede construir con independencia de lo real. ¿Son molinos? ¡No! Son nuestros enemigos, aúlla el PP.

Me hace gracia que el sanchismo, una tendencia tan española y en cierto modo cervantina, se haya recuperado en política por un PP cada día más estirado y quijotizado. Recordarán que entre el práctico y representante del pueblo llano Sancho Panza y el hidalgo Don Quijote, sucede que a medida que progresa la acción el uno se va sanchificando mientras que el otro se va quijotizando.

Y ahora resulta que el esbelto Pedro Sánchez, tan europeo y tan deportista, tan vago antaño en sus propuestas, se está sanchificando. A Sánchez la covid-19 le ha enseñado a tratar con lo real y ahora no hay quien lo pare. Medidas concretas, mejor y peor paridas, en torno a una idea: justicia social. El ingreso mínimo vital, la subida del salario mínimo interprofesional, la reforma laboral, el cine a dos euros para los pensionistas, el aval del 20% de la hipoteca para jóvenes con rentas bajas o el pago de la mitad del interrail.

Mientras tanto, el PP, que siempre ha sido tan de la bolsa de la compra, tan de la hipoteca, tan del bolsillo cosido al corazón, resulta que se ha quijotizado. Alberto Núñez Feijóo está tirando tanto de fantasía que cualquier día se aparece con una bacía en la cabeza.

Yo creo que deberían frenar un poco. No vaya a ser que los votantes se den cuenta de que su idea de España es que unos vayan en burro para que otros presuman de blanco corcel. Han de tener cuidado, porque como conviertan a Sánchez en Sancho, están perdidos.

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