Romper el empate
Rusia sufre en el corto recorrido y en la táctica, pero exhibe y brilla en la peligrosidad de su enorme fondo estratégico
A juzgar por esa ofensiva de primavera que no llega y por la intensa fortificación rusa del millar de kilómetros de frente, se diría que la partida está en tablas. El equilibrio no se observa tan solo sobre el terreno donde se combate. Tanto o más peso que la correlación de fuerzas sobre los campos de batalla tienen los resultados estratégicos, es decir, el grado de éxito de cada uno de los contendientes en la obtención de sus objetivos. En esta evaluación, d...
A juzgar por esa ofensiva de primavera que no llega y por la intensa fortificación rusa del millar de kilómetros de frente, se diría que la partida está en tablas. El equilibrio no se observa tan solo sobre el terreno donde se combate. Tanto o más peso que la correlación de fuerzas sobre los campos de batalla tienen los resultados estratégicos, es decir, el grado de éxito de cada uno de los contendientes en la obtención de sus objetivos. En esta evaluación, de momento el marcador también señala un empate, dos a dos.
El primer balón, la guerra relámpago en la que fracasó el Kremlin, fue el primer gol del partido, que determinó el futuro de Zelenski y de Ucrania. El segundo lo ha marcado Kiev con la guerra de invierno en la que Rusia también ha salido derrotada. Ambos goles han entrado tras el robo del balón a cargo de una buena defensa al contraataque. La entusiasta afición azul y amarilla apenas ha percibido que el equipo contrario llevaba ya contabilizados otros dos tantos antes de saltar al césped, gracias a un intangible partido de ida jugado y ganado entero y sigilosamente por el Kremlin. El primero es la disuasión nuclear, con la que Putin ha dibujado la cancha de juego, evitado que Ucrania atacara territorio ruso y prohibido cualquier despliegue de la OTAN en territorio ucranio. Con sus amenazas ha obtenido una posición de ventaja y refrenado los ataques a Crimea. El segundo se lo ha anotado con la ampliación global de la guerra significada por el encuentro con Xi Jinping, pocos días antes de que empezara, cuando ambos dictadores exhibieron la “amistad sin límites” entre las dos potencias vecinas. Sus resultados se ven ahora, con Pekín ascendida a capital alternativa frente a Washington y Bruselas y candidata animada por los europeos a encabezar una iniciativa de paz.
Los efectos de esta estrategia persuasiva han quedado evidenciados en la equidistancia de Lula, que considera a Zelenski tan responsable como Putin de la guerra, a Biden culpable de incitar los instintos bélicos de Ucrania y a los europeos de no hacer nada por la paz. Más turbias son todavía las actitudes compartidas por esas derechas e izquierdas extremas de países como Alemania, que compran los embustes rusos sobre la respuesta a la ampliación de la OTAN, entendida como una agresión a Rusia. No es propaganda burda, sino fruto de una estrategia reconocida por los especialistas militares como continuación de los métodos de la Unión Soviética, cuando Moscú se apropió inteligentemente de la causa de la paz, el desarme nuclear —siendo una potencia nuclear— y el anticolonialismo —siendo el último imperio colonial—.
Rusia sufre en el corto recorrido y en la táctica, pero exhibe y brilla en la peligrosidad de su enorme fondo estratégico. Veremos ahora si el empate se prolonga hasta enquistarse o si Ucrania lo rompe en la ofensiva de primavera tan anunciada.