El regreso de Bolsonaro
A casi 100 días de la presidencia de Lula da Silva en Brasil, el regreso de Bolsonaro no debe desviarlo del programa de lucha contra la desigualdad y la pobreza
Los tres meses que lleva en el poder en Brasil Luiz Inácio Lula da Silva coinciden con la etapa en que su antecesor, Jair Bolsonaro, ha vivido en un autoexilio en Florida (EE UU). El expresidente aterrizó el jueves en su país para volver de nuevo a la primera línea de la política. El ultraderechista ha tardado en digerir la derrota electoral, que nunca llegó a reconocer, mientras el Tribunal Supremo investiga al exmand...
Los tres meses que lleva en el poder en Brasil Luiz Inácio Lula da Silva coinciden con la etapa en que su antecesor, Jair Bolsonaro, ha vivido en un autoexilio en Florida (EE UU). El expresidente aterrizó el jueves en su país para volver de nuevo a la primera línea de la política. El ultraderechista ha tardado en digerir la derrota electoral, que nunca llegó a reconocer, mientras el Tribunal Supremo investiga al exmandatario por alentar la invasión de la sede del Congreso, la Presidencia y del mismo Tribunal este 8 de enero. Y otro de los casos abiertos contra él podría implicar su inhabilitación para disputar las elecciones de 2026.
Lula ha sentido muy cercano el aliento del bolsonarismo desde el séptimo día de su mandato, y apenas dos semanas después tuvo que destituir a gran parte de la cúpula militar. Hoy el presidente y su Gobierno de amplio espectro están empeñados en no dejarse distraer de su misión prioritaria: reconstruir las políticas públicas arrasadas por Bolsonaro y velar por la democracia. Bolsa Familia y otros emblemáticos programas de los gobiernos progresistas han sido actualizados, reformulados y relanzados. El Ejecutivo acaba de concretar su primera gran medida económica, que busca sanear las cuentas sin sacrificar la lucha contra la pobreza, junto a la explícita voluntad política de proteger a los indígenas y la Amazonia. Pero no basta con reconstruir lo destruido por Bolsonaro o reeditar viejos éxitos. Brasil tiene graves problemas enquistados como la desigualdad, una economía anémica o el racismo estructural que requieren sacrificios de los privilegiados, consensos y políticas audaces para sacar al país de la parálisis. La democracia brasileña merece que el anterior jefe del Estado abandone sus tentaciones golpistas y desestabilizadoras para ejercer una oposición leal desde el interior. Pero también la justicia ha de actuar de manera independiente y diligente en los casos que atañen al expresidente Bolsonaro y a los 1.500 detenidos en el asalto golpista: es vital para que el ambiente político no se envenene aún más.