Incendios en marzo

El suceso de Castellón es un aviso de que el cambio climático ha dejado obsoleta la planificación contra el fuego

Un paraje arrasado por el incendio en Puebla de Arenoso, Castellón, este jueves.Manuel Bruque (EFE)

Más de 4.700 hectáreas habían ardido hasta ayer entre las provincias de Castellón y Teruel en un incendio repentino y fuera de época que sirve como recordatorio de la realidad climática en la que se adentra nuestro país. Tras ocho días ardiendo, el perímetro del fuego se mantiene en 50 kilómetros. Más de 1.600 personas han sido desalojadas de sus casas al paso de las llamas. El incendio se reavivó el lunes por las condiciones meteorológicas y amenaza el parque natural de alto valor ecológico de la Sierra de Espadán. Los equipos de emergencia se están enfrentando a zonas de sierra de difícil ac...

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Más de 4.700 hectáreas habían ardido hasta ayer entre las provincias de Castellón y Teruel en un incendio repentino y fuera de época que sirve como recordatorio de la realidad climática en la que se adentra nuestro país. Tras ocho días ardiendo, el perímetro del fuego se mantiene en 50 kilómetros. Más de 1.600 personas han sido desalojadas de sus casas al paso de las llamas. El incendio se reavivó el lunes por las condiciones meteorológicas y amenaza el parque natural de alto valor ecológico de la Sierra de Espadán. Los equipos de emergencia se están enfrentando a zonas de sierra de difícil acceso, leña seca como combustible, viento y sequedad. La lucha contra el fuego está a merced de un cambio meteorológico que, por ahora, no se produce. La Guardia Civil investiga el origen del fuego.

La emergencia entre Castellón y Teruel se produce después del décimo invierno más caluroso de la historia y el diciembre más cálido desde que hay registros. A esta situación se suma un estrés hídrico que dura desde hace dos años y que ya permite hablar de una sequía de larga duración. En las regiones sur y mediterránea, las temperaturas esta semana se sitúan muy por encima de la media. Son marcas de principio del verano. El año pasado, el gigantesco incendio de la Sierra de la Culebra, en Zamora, fue un aviso de que hay que repensar toda la estrategia contra el fuego. No solo faltaban efectivos de respuesta en Castilla y León, según denunciaron los bomberos, sino que no estaban activados al completo porque en teoría aún no era necesario. Aquella desgracia se produjo en junio. Este año estamos en marzo y la temporada de grandes incendios ya ha comenzado. Estas desgracias ya no se pueden seguir calificando de anomalías. No es mala suerte. Es necesario tomar conciencia de que la nueva normalidad en España es que no hay temporada de incendios. Es todo el año.

Alertar de la emergencia climática que amenaza a nuestro país es tan reiterativo como necesario. El Mediterráneo es una de las trincheras más expuestas del mundo ante un escenario que ya es inevitable en su mayor parte, como documenta de manera contundente y con melancólica periodicidad el panel de expertos de la ONU contra el cambio climático. Desarrollar una estrategia de adaptación nueva no es opcional si queremos asegurar la habitabilidad humana de muchas zonas del planeta, algunas de ellas en España. En materia de incendios, las distintas administraciones, especialmente las autonómicas, deben actualizar protocolos que permitan la gestión de los bosques durante todo el año, ampliar los medios antiincendios más allá de los meses de verano y deshacerse de fronteras, administrativas o ideológicas, que el fuego no respeta. El debate político cortoplacista no tiene sentido. Las condiciones climáticas que imponen esta realidad solo pueden ir a peor.

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