¿De qué color veías el vestido?

Se cumplen ocho años de uno de los debates más encendidos de la historia de internet: el vestido azul y negro, o blanco y dorado

Un detalle del vestido, que era azul y negro.

Hay periodistas que comienzan su mañana en una guerra o de camino al Parlamento. Hace ocho años y un día, yo trabajaba en Verne, el medio de cultura digital de EL PAÍS, y me encontré con que en Estados Unidos los tuiteros se habían pasado las últimas horas hablando de un vestido que era azul y negro, o blanco y dorado, según a quién preguntaras, y también de dos llamas que se habían escapado de un centro de día para jubilados...

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Hay periodistas que comienzan su mañana en una guerra o de camino al Parlamento. Hace ocho años y un día, yo trabajaba en Verne, el medio de cultura digital de EL PAÍS, y me encontré con que en Estados Unidos los tuiteros se habían pasado las últimas horas hablando de un vestido que era azul y negro, o blanco y dorado, según a quién preguntaras, y también de dos llamas que se habían escapado de un centro de día para jubilados, adonde las habían llevado para hacer terapia con los mayores.

Admito que no estaba preparado.

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A pesar de la emocionante persecución de las llamas, todos o casi todos acabamos hablando del vestido, divididos en dos bandos e incapaces de entender por qué unos lo veíamos negro y azul (evidentemente), y otros lo veían blanco y dorado (venga ya). Una usuaria de Tumblr había publicado la foto el 24 de febrero de 2015 y dos días después un artículo de Buzzfeed la elevaba a debate planetario.

Este texto se leyó más de 20 millones de veces en menos de 24 horas y el vestido protagonizó centenares de miles de tuits en una mañana, además de titulares en todo el mundo. Compartimos la imagen por WhatsApp, en Facebook y también en persona: la mostrábamos en el móvil y, ante la misma foto en la misma pantalla, nos sorprendíamos al comprobar que los demás veían el vestido de color diferente. Por ejemplo, en la redacción de Verne, dos lo veíamos azul y los otros dos lo veían blanco. La misma división se apreciaba entre Kim Kardashian y Kanye West, que aún seguían juntos. Normal que para el periodista estadounidense Matt Ford aquel fuera “el día más divertido” de la historia de Twitter. Teniendo en cuenta cómo han ido las cosas en esa red social desde entonces, es posible que podamos mantener esa calificación.

Pero no solo fue todo raro y gracioso. Ese día y con ayuda de una de las fotos más feas de la historia de internet, muchos aprendimos alguna cosa sobre cómo percibimos y reinterpretamos el mundo que nos rodea. Según me explicó Julio Lillo Jover, catedrático de Ergonomía de la Universidad Complutense de Madrid, la constancia del color nos ayuda a reconocer un objeto blanco, por ejemplo, lo veamos a la luz del sol o a oscuras. Pero también nos llevó a liarnos con el vestido, porque nuestro cerebro podía interpretar esa imagen como un vestido blanco iluminado con luz azulada o como un vestido azul bajo luz blanca.

También aprendimos sobre internet y viralidad. El periodista Neetzan Zimmerman aseguraba que el vestido tenía “todas las cualidades de un éxito viral: es tonto, divide, es visual y eminentemente compartible”. Era casi como una nueva versión del clásico debate sobre si la tortilla está mejor sin cebolla o con ese ingrediente prescindible (oigo teclear a los comentaristas desde aquí).

Lo explicaba con más detalle Delia Rodríguez en Verne, cuando hablaba del poder contagioso del asombro. El mero hecho de que millones de personas hablaran de lo mismo a la vez ya resultaba fascinante y había que explicar por qué estaba pasando eso. La foto podía parecer solo un pasatiempo —y también lo era—, pero además nos dijo mucho sobre cómo nos relacionamos con los demás, tanto en internet como en los bares. Ahora nos mueve más la indignación que el asombro, pero ya estaban ahí los mecanismos emocionales que nos llevan a hablar de algunos temas y a compartir ciertos tuits.

A pesar de eso, muchos despachaban el asunto tanto en Twitter como en los comentarios de los periódicos con una sola palabra: “Chorrada”. Me van a perdonar, pero “chorrada” es lo de Vox y Tamames, y eso va a llegar al Congreso. Ocho años después, el vestido sigue siendo interesantísimo. Y, por si alguien lo ha olvidado, era azul y negro.

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