Escritores dopados

Quién sabe cuántas páginas memorables les debe la literatura al whisky, al tabaco incesante, a las anfetaminas o a la cocaína. A mí que me registren

Estatuas de Goethe y Schiller, ante el Teatro Nacional de Weimar.KLAUS HACKENBERG / CORBIS

En cierta ocasión, un olor penetrante desafió las fosas nasales de Johann Wolfgang von Goethe, de visita en casa de Friedrich Schiller, con quien hacía buenas migas. Fue la esposa de este quien mostró al visitante medio mareado unas manzanas podridas dentro de varias gavetas, en el cuarto de trabajo donde su marido componía los dramas y poemas que le dieron fama. Goethe descubrió así que Schiller gustaba de inducir e...

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En cierta ocasión, un olor penetrante desafió las fosas nasales de Johann Wolfgang von Goethe, de visita en casa de Friedrich Schiller, con quien hacía buenas migas. Fue la esposa de este quien mostró al visitante medio mareado unas manzanas podridas dentro de varias gavetas, en el cuarto de trabajo donde su marido componía los dramas y poemas que le dieron fama. Goethe descubrió así que Schiller gustaba de inducir el rapto creativo por la vía de embriagarse con el tufo de la fruta descompuesta, lo que, visto desde la perspectiva actual, no deja de ser una forma de dopaje. Se sabe también que Honoré de Balzac trabajaba de noche y que sostenía su ingente producción de novelas bebiendo litros y litros de café. Ya fuera por las manzanas, ya por el café, ninguno de los dos alcanzó a poner un pie en la senectud.

No son estos los únicos ni los primeros escritores que acudieron a sustancias incentivadoras de la inspiración, del rendimiento y la resistencia física. Épocas hubo en que la absenta fluía en cantidades abusivas por la garganta de los literatos. Quién sabe cuántas páginas memorables les debe la literatura al whisky, al tabaco incesante, a las anfetaminas o a la cocaína. A mí que me registren.

Hasta la fecha, los escritores están dispensados de someterse a controles antidopaje. Ya puestos, tampoco los pintores, los músicos o los cineastas. A los deportistas, por el contrario, se les analiza cada dos por tres la sangre, la orina y lo que haga falta, a la busca de sustancias prohibidas. Si los pillan, recibirán la correspondiente sanción, serán tildados de infractores y tramposos, y la prensa no desdeñará vituperarlos hasta lograr su desprestigio. Más de uno perdió por ello sus títulos y medallas. Claro que retirar de la circulación obras maestras compuestas bajo el efecto del alcohol o los psicotrópicos tampoco es plan.

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