¿Qué es carisma?
Para consuelo de sosainas, no faltan expertos que identifican el don de caer bien con un factor estratégico de las relaciones interpersonales y le dan rango de disciplina que se puede aprender
Ya el griego antiguo y después el latino notaron que ciertos individuos poseen un poder especial de seducción. Ciudadanos cuya presencia, hagan lo que hagan, digan lo que digan, causa bienestar. Como no captaban el truco, conjeturaron que los afortunados habían sido favorecidos con una dádiva de los dioses a la que denominaron carisma, palabra que se sigue empleando en multitud de lenguas actuales con las desviaciones ortográficas de cada caso.
Por desgracia, el carisma se resiste a surgir de la volu...
Ya el griego antiguo y después el latino notaron que ciertos individuos poseen un poder especial de seducción. Ciudadanos cuya presencia, hagan lo que hagan, digan lo que digan, causa bienestar. Como no captaban el truco, conjeturaron que los afortunados habían sido favorecidos con una dádiva de los dioses a la que denominaron carisma, palabra que se sigue empleando en multitud de lenguas actuales con las desviaciones ortográficas de cada caso.
Por desgracia, el carisma se resiste a surgir de la voluntad. Tampoco uno es guapo, veloz o listo por decisión propia. En general, el carismático no se para a inquirir cuándo ni cómo se le adhirió al semblante el don de resultar agradable o en qué se funda su habilidad para pulsar a cada instante la tecla idónea en el clavicordio social. El carisma, como el duende de García Lorca, se tiene o no se tiene. Ya puede usted subirse a una farola y arrancarse por bulerías que, como no le haya tocado en la frente la varita del hada madrina, difícilmente logrará embelesar al vecindario.
Sin embargo, y para consuelo de sosainas, no faltan expertos que identifican el carisma con un factor estratégico de las relaciones interpersonales y le dan rango de disciplina que se puede aprender. El primer paso, dicen, consiste en ejercitarnos en el nunca bien ponderado arte de mostrar interés por los demás. El segundo estribaría en cultivar el poder positivo que confieren el conocimiento, la oratoria y demás competencias adquiribles a fuerza de dedicación y estudio. Por último, estaría la práctica de la generosidad, el humor y cualesquiera conductas susceptibles de generar simpatía. Así pues, no hay más que aunar aptitudes sociales y sensibilidad emocional, no escatimar gusto en el vestuario, no descuidar el lenguaje corporal y cepillarse bien los dientes. Chupado, ¿no? Se diría que quien no tiene carisma es porque no quiere.