El inmenso Brasil que queda fuera de foco

A Bolsonaro las encuestas lo daban por derrotado en la primera vuelta, pero ha salido fortalecido

Seguidoras del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante un acto de campaña en el Estado de Bahía.Felipe Iruatã (EFE)

Los sondeos han vuelto a patinar en las elecciones de Brasil y cuando medio mundo tenía ya colocados a Jair Bolsonaro y a sus compinches en el desguace, resulta que siguen fuertes y que van a batirse a fondo y, sobre todo, que cuentan con más apoyos de los que las encuestas habían detectado. Lo más fácil y más rápido es despreciar a sus seguidores diciendo que han votado mal. ¿Cómo pueden apoyar a un presi...

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Los sondeos han vuelto a patinar en las elecciones de Brasil y cuando medio mundo tenía ya colocados a Jair Bolsonaro y a sus compinches en el desguace, resulta que siguen fuertes y que van a batirse a fondo y, sobre todo, que cuentan con más apoyos de los que las encuestas habían detectado. Lo más fácil y más rápido es despreciar a sus seguidores diciendo que han votado mal. ¿Cómo pueden apoyar a un presidente a quien algunos califican de asesino y a quien incluso una comisión parlamentaria acusó de gravísimos crímenes por su gestión durante la pandemia? ¿Cómo lo pueden votar si, como observan otros, no deja de hacer guiños a los nazis y se sirve de sus proclamas, de sus maneras matonas, de su culto a un liderazgo mesiánico? Bolsonaro ha facilitado la compra de armas, ha permitido que se destrozara gran parte de la Amazonia, ataca sin cuartel a quienes defienden al colectivo LGTBI, ha conseguido que un gigante como Brasil desaparezca de la escena internacional. ¿Cómo es posible tanto desatino? Pues resulta que sí lo es. Más de un 43% de los brasileños, en esta primera vuelta, se ha decantado por él para presidir el país. Más de 51 millones de personas lo han votado, se dice rápidamente y produce inquietud y también perplejidad.

Algunos datos son elocuentes. Durante la pandemia fallecieron cerca de 700.000 personas: si Brasil representa el 2,7% de la población mundial, los muertos por la covid alcanzaron más del 10%. Mientras tanto, Bolsonaro despreciaba las investigaciones científicas, dilataba la compra de vacunas, evitaba medidas duras para frenar el contagio. Sobre el Amazonas: entre enero y julio de este año la selva tropical perdió 3.987 kilómetros de vegetación, según el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais, lo que viene a ser un 10,6% más que durante el mismo periodo de 2021. Se trata simplemente de unas cuantas cifras. Unas más cercanas, las de la covid, porque aquella pesadilla terminó tocando en las inmediaciones de casi todos: un familiar, un amigo, un conocido. Las otras, más lejanas: los daños al medioambiente siempre parece que ocurren en otra parte. Sea como sea, ni estas cifras alarmantes, ni otras parecidas, influyeron demasiado en la decisión de muchos de los votantes que prefirieron seguir confiando en el responsable principal de semejantes desgracias, Jair Bolsonaro.

A veces es difícil localizar los mecanismos que mueven a las personas a apostar por un candidato concreto en las urnas. Esta vez las empresas que se dedican a hacer encuestas no debieron encontrar las teclas adecuadas para que emergiera ese voto que permaneció oculto, en la penumbra, fuera de foco. Y es que a la hora de decidir el voto importan los afectos y los sentimientos, y se mueven engranajes emocionales que no siempre están a la vista: suelen pesar más que los argumentos y las razones y las buenas intenciones. El miedo es uno de los motores más perversos, y hay políticos que saben explotar muy bien los temores de la gente, y que se sirven de mensajes y mascaradas que transmiten a grandes capas de la población la sensación de sentirse seguras.

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A Luiz Inácio Lula da Silva le va a tocar un mes difícil, aunque salga con ventaja. En un contexto de tanta tensión lo más complicado es situar los verdaderos problemas en el centro del debate. Los fantasmas son hoy demasiado poderosos. El desafío es desarmarlos.


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