De la primera a la segunda vuelta: cuatro semanas tensas para Brasil
Con el triunfo de aliados del actual presidente en el legislativo y en gobiernos estatales, las elecciones han mostrado que la derecha bolsonarista está más fuerte de lo que se esperaba
Lula da Silva obtuvo una ventaja de unos cinco puntos porcentuales en la primera vuelta de las elecciones de Brasil sobre el presidente Bolsonaro, una diferencia menor a la que las encuestas habían pronosticado. Sobre todo en el estado de São Paulo, corazón ...
Lula da Silva obtuvo una ventaja de unos cinco puntos porcentuales en la primera vuelta de las elecciones de Brasil sobre el presidente Bolsonaro, una diferencia menor a la que las encuestas habían pronosticado. Sobre todo en el estado de São Paulo, corazón económico del país, el bolsonarismo se mostró más popular que lo que habían previsto los sondeos. Bolsonaro y Lula se enfrentarán en una segunda vuelta el 30 de octubre. Los números de Lula habían aumentado ligeramente los días previos a esta votación, lo que llevó a sus seguidores a apuntar a un triunfo en la primera vuelta. Desde los primeros momentos del conteo de los votos quedó claro que esas expectativas eran demasiado optimistas. La disputa por la presidencia será reñida y, si Lula gana, enfrentará una enorme resistencia en el Senado y el Congreso, donde varios aliados de Bolsonaro triunfaron. Brasil está profundamente dividido.
Los resultados representan una gran decepción para la oposición, pero, al mismo tiempo, es necesario recordar que la ventaja que ha sacado Lula contra Bolsonaro no tiene precedentes. Ningún presidente en Brasil ha perdido su reelección, en gran parte debido a la gran ventaja que proporciona ser el titular del Ejecutivo. Incluso Dilma Rousseff, cuyo primer mandato estuvo marcado por un bajo crecimiento económico y protestas a gran escala en 2013, logró ganar la reelección en 2014. Las dificultades de Bolsonaro para alcanzar a Lula son señal del profundo descontento de la sociedad con la situación actual y coincide con el sentimiento dominante en América Latina: en las últimas catorce elecciones libres y justas en la región, el presidente o el candidato oficialista perdió. Dado el entorno macroeconómico desafiante y el impacto continuo de la pandemia, muchos votantes en Latinoamérica están enojados y frustrados y en gran parte rechazan a quien está en el poder.
Tres razones adicionales explican por qué Lula cuenta con una ligera ventaja hacia la segunda vuelta el 30 de octubre. En primer lugar, a pesar de haber gastado cantidades de dinero inéditas en los últimos meses, los bajos índices de aprobación de Bolsonaro se han mantenido estables en gran medida. Los votantes más pobres, principales beneficiarios del programa Auxilio Brasil —gasto de última hora de Bolsonaro—, no han cambiado, en gran medida, su preferencia electoral, en parte porque Bolsonaro ha hecho poco para ganarse su apoyo durante los primeros tres años de su mandato. Además, dado el largo historial del Gobierno de Lula de defender los programas para los más pobres, es poco probable que las advertencias de Bolsonaro de que el PT no continuaría con su repentina política a favor de los más humildes les haga cambiar de opinión, lo que explica por que apoyaron a Lula por un amplio margen.
En segundo lugar, a pesar de que ha intentado atenuar ocasionalmente su retórica misógina, Bolsonaro no ha logrado, en los últimos meses, mejorar su imagen entre las mujeres, que lo rechazan por una clara mayoría. Las dudas de las mujeres sobre Bolsonaro van más allá de sus comentarios machistas: su decisión de facilitar el acceso a las armas, por ejemplo, es profundamente impopular entre las mujeres; que son, junto con los niños, los grupos más vulnerables de la sociedad a la violencia armada. En esta etapa, incluso un cambio total en la retórica de Bolsonaro sobre las mujeres difícilmente conduciría a una reducción significativa de sus tasas de rechazo entre las votantes.
Finalmente, Brasil se ha polarizado tanto que el número de votantes dispuestos a reconsiderar su voto es limitado. Aunque el grado de polarización en el país no ha alcanzado los niveles vistos en Estados Unidos, la demonización mutua de los candidatos se ha vuelto tan común en Brasil que es poco probable que Bolsonaro gane los votos de quienes apoyaron a Lula en la primera vuelta. Más bien, ambos candidatos se centrarán en los electores que apoyaron a candidatos como Ciro Gomes y Simone Tebet. Es posible que Lula llegue a ofrecer un ministerio a Tebet para que ella otorgue su apoyo a la candidatura del izquierdista. Además de eso, Lula será presionado para anunciar a alguien moderado y fiscalmente responsable como Ministro de Economía, como estrategia para atraer a los centristas. De hecho, a pesar haberse aproximado bastante a los votantes moderados —con la elección de su vicepresidente y el involucramiento activo de grupos que se opusieron al Partido de los Trabajadores (PT) hace cuatro años, como la agroindustria, los evangélicos y los policía— tendrá que trabajar aún más para acercarse del centro. Si resulta victorioso, el ala de izquierda del PT tendrá poca influencia.
Las preguntas más importantes para las próximas semanas son: ¿Bolsonaro continuará con su estrategia de socavar la confianza pública en el sistema de votación? ¿Cómo reaccionarán los seguidores más radicales de Bolsonaro, que esperaban que su candidato ganara en la primera vuelta, si Lula gana el 30 de octubre? ¿Aumentará aún más la violencia política, que ya produjo víctimas después de discusiones entre bolsonaristas y petistas, en una etapa final extremamente polarizada? Las encuestas sugieren que alrededor del 25% de los votantes de Bolsonaro no quieren que su presidente ceda si pierde. Al mismo tiempo, hubo un aumento notable de violencia política en las últimas semanas. Cualquier tentativa de ataque contra uno de los candidatos podría generar inestabilidad política. El riesgo de un “6 de enero” brasileño sigue siendo agudo después de la segunda vuelta.