Puto ‘trolley’
Mientras que otros, en fin, manejan la maleta con el meñique izquierdo mientras cierran un ‘bisnes’ y reservan un restaurante con la diestra, a mí se me hace todo cuesta arriba
Acabo de bajarme de un AVE de esos de madrugón salvaje atiborrado de curritos con billete de ida y vuelta en el día sufragado por la empresa para ahorrarse el hotel y las dietas. Viajaba una de pura chiripa en primera e, imbuida de esa superioridad moral inmediata que insuflan los espacios exclusivos, caminaba toda fina y resuelta haciendo malabares con los tacones, el bolso, el portátil y el portatrajes, cuando me he quedado con el mango de la maleta en la mano mientras el pasaje me saltaba por encima acord...
Acabo de bajarme de un AVE de esos de madrugón salvaje atiborrado de curritos con billete de ida y vuelta en el día sufragado por la empresa para ahorrarse el hotel y las dietas. Viajaba una de pura chiripa en primera e, imbuida de esa superioridad moral inmediata que insuflan los espacios exclusivos, caminaba toda fina y resuelta haciendo malabares con los tacones, el bolso, el portátil y el portatrajes, cuando me he quedado con el mango de la maleta en la mano mientras el pasaje me saltaba por encima acordándose de mis muertos. Puto trolley. Nunca rodó como es debido y, aunque se suponía que tenía casi que levitar sobre el piso como Moisés sobre las aguas, tenía una que tirar de él a pulso como una mula de carga. Me pasa con todo. Tengo mala suerte con los cacharros.
El microondas ni cuece ni calienta a tope. Al lavavajillas se le estropeó la toma de jabón y acabo antes fregando a mano. El tostador hace contacto y salta los plomos una de cada tres tostadas. El móvil hace fotos borrosas. El mando a distancia ni ordena ni manda. El coche, automático, ruge al cambiar automáticamente de marcha. Mientras que otros, en fin, manejan la maleta con el meñique izquierdo mientras cierran un bisnes y reservan un restaurante con la diestra, a mí se me hace todo cuesta arriba. Sin ser yo psicóloga ni nada de eso, creo que lo que me pasa con todos esos chismes es que, como dicen de los perros, me huelen el miedo. El pánico a no llegar, a pasarme, a quedarme a medias. La sensación de que todo te viene grande, o, mejor, pequeño. De que todo te aprieta, te tira, te roza, te hace sudar, te provoca ronchas. La inseguridad, la ansiedad, la autoexigencia, la culpa. El complejo de pobre, que decía mi padre, que nunca te deja y te hace flaquear por mucho que te engorden la nómina y el ego. La incapacidad de gobernar tu vida y que sea la vida, o una maleta coja, quien te gobierne. Qué intensa me estoy poniendo, ¿no? Voy a comprarme un trolley nuevo.