Como si Vox no fuera Vox
En su realidad paralela y tuitera, el partido culpa siempre a los medios, aunque la crítica venga del colectivo de personas con discapacidad
En los últimos días ha sido tendencia en Twitter Juan García-Gallardo, vicepresidente de Castilla y León y miembro de Vox. Para escalar a esa lista de asuntos más comentados hay que ganárselo, haciendo algo muy bueno o, generalmente, muy malo. El político de la extrema derecha se hizo con el puesto después de decir en el Parlamento autónomo a Noelia Frutos, diputada socialista con discapacidad: “Le voy a responder a sus faltas de respeto como si fuera una persona como todas las demás”. Él todavía no ha enten...
En los últimos días ha sido tendencia en Twitter Juan García-Gallardo, vicepresidente de Castilla y León y miembro de Vox. Para escalar a esa lista de asuntos más comentados hay que ganárselo, haciendo algo muy bueno o, generalmente, muy malo. El político de la extrema derecha se hizo con el puesto después de decir en el Parlamento autónomo a Noelia Frutos, diputada socialista con discapacidad: “Le voy a responder a sus faltas de respeto como si fuera una persona como todas las demás”. Él todavía no ha entendido el revuelo de ese “como si fuera” y replica en su cuenta sus declaraciones como si lo disculparan en lugar de enterrarlo más.
Vox es un partido extremadamente coherente, pero solo consigo mismo, en su realidad paralela y tuitera. Siempre recurre a la misma técnica: cada vez que le salpica alguna polémica, culpa en sus redes sociales a los medios de comunicación de manipular. Así, pone el grito en el cielo cuando se denuncia su discurso homófobo, pese a que niega a los homosexuales los mismos derechos que aprueba en los heterosexuales —casarse, adoptar— y pese a que ha llegado a proponer que la sanidad pública trate a los gais “con dudas”. También se lanza al cuello de quienes le llaman machista, aunque la formación rechaza que existe una violencia específica contra las mujeres por el mero hecho de serlo.
Cuando Gallardo dijo que iba a responder a una diputada con discapacidad “como si fuera una persona como todas las demás” quería decir que a él no se lo parece. Y del “todas las demás” a las personas “normales” hay un paso muy corto, de ahí la indignación tuitera. Lo que sí es normal es que Vox haga de Vox si se le ofrece una tribuna con la difusión y acústica de un Parlamento. Quien se la otorgó, el PP, no podía hacerse el sorprendido, y como no podía, tardó dos días en responder y no de una forma coherente.
El presidente de Castilla y León, el popular Alfonso Fernández Mañueco, no censuró a su vicepresidente cuando pronunció ese hiriente “como si fuera”. Lo hizo tras el revuelo en las redes y después de que el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad —no los medios manipuladores— difundiera un comunicado en el que tacha de “infames” las “declaraciones y la actitud” de García-Gallardo.
Mañueco se disculpó con la boca pequeña y otro condicional: “Si alguna persona o entidad del tipo que sea se ha podido sentir ofendida por cualquier cosa que haya hecho el Gobierno de Castilla y León le pido perdón”. Mientras, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, que bendijo la entrada de la extrema derecha en el Gobierno autónomo, replicaba la justificación de Vox: “La persona que ha hecho esas manifestaciones ha dicho que no se habían producido exactamente como se recogen”.
A Feijóo ya le había tocado corregirse en Twitter después de abrazar una de las banderas de Vox. Dijo: “Hace un tiempo sufrimos un asesinato producido por un padre que, por un problema con su pareja, asesinó a sus dos hijas. Eso no es violencia machista, eso es violencia intrafamiliar”. Y rectificó posteriormente: “Galicia sabe lo que es que un padre asesine a sus hijos para dañar a la madre, y no estaba considerado violencia de género. Por eso, Galicia cambió la ley para reconocer la violencia vicaria como violencia machista”.
Twitter ofrece las dos posibilidades: culpar a los demás de manipular y enmendarse a uno mismo. Otras cosas no tienen remedio: lo normal es que Vox siga siendo Vox. Mañueco tendrá que afinar el protocolo de respuesta a su vicepresidente. El silencio, pretender que la ultraderecha no se comporte como lo que es, no funciona. Lo ha aprendido esta semana en las incendiadas redes.