Francia: elecciones en guerra

La invasión de Ucrania puede desactivar los populismos en las urnas y fortalecer la protección de las frágiles democracias europeas

Un empleado de una empresa de publicidad coloca varios carteles electorales de los candidatos a la Presidencia de Francia, este lunes en Saint-Herblai.SEBASTIEN SALOM-GOMIS (AFP)

La invasión rusa de Ucrania ha fortalecido a la Unión Europea y a la OTAN. También debería fortalecer a las democracias occidentales, sometidas desde hace una década a una tensión interna por fuerzas populistas de derecha y de izquierda, y hoy enfrentadas a un desafío externo e incomparablemente mayor: el de un autócrata, Vladímir Putin, que bombardea civiles ucranios y esgrime ante el mundo el arma nuclear.

Las elecciones presidenciales del 10 y el 24 de abril en Francia permitirán evaluar el impacto en las urnas de la guerra que Putin inició el 24 de febrero. ...

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La invasión rusa de Ucrania ha fortalecido a la Unión Europea y a la OTAN. También debería fortalecer a las democracias occidentales, sometidas desde hace una década a una tensión interna por fuerzas populistas de derecha y de izquierda, y hoy enfrentadas a un desafío externo e incomparablemente mayor: el de un autócrata, Vladímir Putin, que bombardea civiles ucranios y esgrime ante el mundo el arma nuclear.

Las elecciones presidenciales del 10 y el 24 de abril en Francia permitirán evaluar el impacto en las urnas de la guerra que Putin inició el 24 de febrero. Los sondeos reflejan el llamado efecto bandera: en tiempos de crisis, suele producirse un cierre de filas en torno al líder. El actual presidente, el centrista Emmanuel Macron, se ha consolidado como favorito, aunque ha perdido algo de ventaja en los últimos días respecto a su inmediata perseguidora, Marine Le Pen, líder histórica de la extrema derecha. Como en la recta final de la campaña anterior, en 2017, el líder de la izquierda populista, Jean-Luc Mélenchon, se ha impuesto como candidato del voto útil de la izquierda y cree tener opciones para pasar a la segunda vuelta.

En el contexto de guerra y amenaza existencial para Europa, incluso los candidatos más radicales se esfuerzan por suavizar sus posiciones. Le Pen, que en una campaña anterior recibió un préstamo millonario de un banco ruso, ya no quiere, como en 2017, sacar a Francia de la UE y del euro. Mélenchon, que en enero justificaba la movilización militar rusa por la supuesta “amenaza” que planteaba Ucrania, sigue siendo partidario de abandonar la OTAN, pero ahora dice que, en plena guerra, no es el momento de sacar a su país del campo occidental. Es significativo que el mayor damnificado en los sondeos haya sido el tertuliano ultra Éric Zemmour, cuyos exabruptos racistas y entusiastas declaraciones de fe en Putin casan mal con el imperativo de pacificación en esta campaña.

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La guerra ha impuesto un momento de sobriedad y de seriedad. Quizá marque el inicio del final de una década populista en Occidente que ha envalentonado a los autócratas en Rusia o China. En poco más de un mes, los europeos se han rearmado militar e institucionalmente con el envío de armamento a Ucrania o las sanciones masivas a Rusia. Pero es la hora, también, de un rearme ideológico. Putin ve en la UE la encarnación de la decadencia occidental y el relativismo moral, pero al atacar a un país democrático y que aspira a entrar en la UE como es Ucrania puede actuar como un electrochoque: nos ha recordado que no hay que dar por seguras las imperfectas democracias pluralistas, y que merece la pena defenderlas. En este combate, Francia es capital.


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