Ese meme me da la vida
Cuando ponerse al día culturalmente se siente como un trabajo forzado no pagado, consumir imágenes de series descontextualizadas supone una gozosa vía de escape
En abril de 2019, un hombre se llevó un puñetazo a la salida de un cine en Hong Kong por gritar a la cola de la siguiente sesión qué pasaba en el final de Vengadores: Endgame. Existe una foto que supuestamente lo atestigua. Quien arreó el golpe no estaba solo. Con escenas clave filtradas en Twitter y Reddit, el pánico a que el destripamiento causase una espantada general en las taquillas provocó que Marvel lanzase ...
En abril de 2019, un hombre se llevó un puñetazo a la salida de un cine en Hong Kong por gritar a la cola de la siguiente sesión qué pasaba en el final de Vengadores: Endgame. Existe una foto que supuestamente lo atestigua. Quien arreó el golpe no estaba solo. Con escenas clave filtradas en Twitter y Reddit, el pánico a que el destripamiento causase una espantada general en las taquillas provocó que Marvel lanzase #DontSpoilEndgame y publicase una carta rogando que no se fastidiase a los espectadores que no fueron tan rápido a las salas.
Como a nadie mínimamente decente le gusta ir por ahí reventando ilusiones, la revista New York estableció en 2008 unas reglas para destripar tramas sin miedo a tortazos o a amanecer con el coche rayado: en las series, se podían contar un día después de emitirse, pero había que esperar tres días para incluirlo en el titular; en las películas, el lunes después del estreno en el texto, un mes para desvelar en el título. ¿De cuatro a cinco semanas, dice? Eso son eones en Twitter. No sé qué tipo de sustancia había ingerido quien quiso sentar precedente, pero, en 2022, cuando el consumo cultural se ha acelerado por encima de nuestras posibilidades, plantear esa espera, no ya para desvelar algo sino para “seguir hablando” de ello, es tal desfase espacio temporal de bendita inocencia que mejor pasemos al siguiente párrafo.
En la era del superávit de contenidos, cuando la batalla por nuestra atención y por establecer con qué merece la pena obsesionarnos un rato se ha convertido en la auténtica moneda de cambio, no solo sabemos cómo sortear los spoilers en Twitter —existen más de 20 formas para silenciar lo que no queremos saber ahí dentro—, sino que también hemos aprendido a gozarlos. Así lo prueba la Universidad de California en un estudio reciente que confirma que disfrutan más aquellos a quienes se les revela inadvertidamente el final de la trama antes de leerla. Basta con entrar al universo de series descontextualizadas en Twitter para entender de qué va ese juego.
Aunque, como todo lo que viene del internet bueno, se inició en Tumblr, el fenómeno de las cuentas de series out of context o @ooc (fuera de contexto) se ha popularizado en nuestros muros en los últimos cinco años con un éxito asombroso. Para los recién llegados, en estos perfiles solo se publican citas, gifs o capturas de pantalla con frases subtituladas que el lector puede interpretar de una manera no prevista inicialmente por la trama. Del programa de pasteles con el que se abrió la veda (The Great British Baking Show) a clásicos del género (Parks and Recreation), dos series son referente en la conversación cultural descontextualizada estos días: Succession y Euphoria. Esta última es la más seguida en ese nicho y tiene todo el sentido: su cuidada estética hiperbólica pide a gritos consumirse así, aislada y fragmentada, para dar pie a joyas metatextuales. Como el “Bitch, you better be joking” (traducido por HBO como “Estarás de coña, puti”) que Maddie escupió a Cassie en el baño del instituto cuestionando su ropa. A nadie le importó que esa imagen y esa frase corriesen horas antes de su emisión española. De eso no va esta historia. Dicho momento, aislado de su origen, derivó en un universo paralelo de metamemes ingeniosos en los que han acabado involucrados los seguidores de Harry Potter, Taylor Swift o Toy Story.
Cuando el auténtico privilegio es quedarse fuera de la conversación que estipula qué series elegir, qué estrenos ver o qué novedades literarias deben capitalizar nuestra atención; cuando cumplir con este supuesto ocio es casi como un trabajo forzoso, el furor por el consumo compulsivo de memes de reacciones a series sin contexto tiene cierta lógica. Es nuestra bocanada de aire absurdo a toda asfixia de rendimiento cultural, un mecanismo de escape con fotogramas y frases clave que vuelan solas. Instantes que, lejos de destriparnos algo, nos saben a gloria.