No recuerdo

Se me ocurrió que quizá esa gaveta tuviera la capacidad de hacer desaparecer cuanto se introducía en ella, de ahí su estado

Varias piezas sobre un tablero de ajedrez.Natnan Srisuwan (Getty Images)

Llevo viviendo muchos años en mi actual casa, de modo que he tenido tiempo de llenar todos sus armarios, todos sus huecos, todos sus rincones, así como de rodearme de objetos inútiles de los que por estas fechas juro siempre que me desprenderé. Hace poco, sin embargo, e inexplicablemente, descubrí un cajón vacío, el tercero, contando desde arriba, de los del armario empotrado del dormitorio. Se trata, pues, de un cajón que está a la vista y que no recuerdo haber reservado para un uso futuro. Deduje, no sin perplejidad, que se defendía de ser ocupado por mi ropa.

Más tarde, y como no pod...

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Llevo viviendo muchos años en mi actual casa, de modo que he tenido tiempo de llenar todos sus armarios, todos sus huecos, todos sus rincones, así como de rodearme de objetos inútiles de los que por estas fechas juro siempre que me desprenderé. Hace poco, sin embargo, e inexplicablemente, descubrí un cajón vacío, el tercero, contando desde arriba, de los del armario empotrado del dormitorio. Se trata, pues, de un cajón que está a la vista y que no recuerdo haber reservado para un uso futuro. Deduje, no sin perplejidad, que se defendía de ser ocupado por mi ropa.

Más tarde, y como no podía dejar de darle vueltas al asunto, se me ocurrió que quizá esa gaveta tuviera la capacidad de hacer desaparecer cuanto se introducía en ella, de ahí su estado. Así que volví de nuevo al dormitorio, la abrí e introduje una ficha de ajedrez, la reina blanca para ser exactos. Esa noche me acosté temprano y a eso de las cuatro de la madrugada me desperté y encendí la luz para ver si había desaparecido. La reina continuaba allí, igual que al amanecer. Durante los siguientes días sometí al cajón a una vigilancia intensa sin resultado alguno. Pensé que quizá se había dado cuenta de que yo me había dado cuenta y había decidido suspender su actividad durante algún tiempo.

Semanas más tarde, introduje una docena de calcetines viejos y estuve un mes sin abrirlo para que se confiara y bajara la guardia. Al cabo de ese tiempo, lo revisé y comprobé que faltaba un par. Claro, que también era posible que hubiera introducido 11 en la creencia de haber introducido 12. Y en esa agotadora lucha sigo con el cajón, yo tratando de engañarle a él y él tratando de engañarme a mí. Es astuto y parece conocer mis puntos débiles. Por cierto, que no logro encontrar la ficha del ajedrez, pero es que tampoco recuerdo si la saqué o la dejé dentro.

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