Una auténtica soberanía europea

La reforma de la zona Schengen aboga por una política común sobre el cierre de fronteras que fortalece la federalización de la UE

Un grupo de migrantes avanza a lo largo de la frontera entre Bielorrusia y Polonia, en la región de Grodno, el 12 de noviembre.LEONID SHCHEGLOV (AFP)

La propuesta de la Comisión Europea de reforma de la zona Schengen presentada esta semana busca que sea Bruselas la que decida el cierre de las fronteras exteriores en caso de crisis sanitaria. La capital comunitaria trata de atribuirse la potestad ...

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La propuesta de la Comisión Europea de reforma de la zona Schengen presentada esta semana busca que sea Bruselas la que decida el cierre de las fronteras exteriores en caso de crisis sanitaria. La capital comunitaria trata de atribuirse la potestad de aplicar una política uniforme ante fenómenos como los del coronavirus, pero constituye, sobre todo, un paso importante en el camino hacia la efectiva federalización de Europa y podría servir de modelo para la gestión de otro tipo de emergencias fronterizas.

El cambio propuesto es importante porque representa otra cesión más de soberanía por parte de los Estados a la Unión al perder estos el control sobre sus fronteras. La pandemia ha zarandeado el concepto de soberanía y ha cambiado su percepción como valor absoluto por una razón simple: ya no vivimos en un mundo en el que los Estados puedan actuar de forma independiente. La interdependencia es un hecho irreversible e inevitable. Si la Unión Europea mantiene abiertas sus fronteras internas es imperativo que haya una coordinación más estrecha en relación con el perímetro exterior hasta el punto de su centralización: si no se protege a todos los Estados a la vez, ninguno de ellos estará protegido.

La medida además podría servir para evitar reacciones de pánico como las que se produjeron durante la primera ola de covid, cuando todos los Estados decidieron cerrar sus fronteras de forma unilateral. Pusieron en peligro así las cadenas de suministro y provocaron un caos de normas aplicadas por los 27 Estados. En ese momento lo que se puso en peligro fue el propio acuerdo Schengen, una de las tres conquistas que definen a la Unión, junto al mercado interior y la moneda única. Esa cesión de soberanía ahora permite reforzar y profundizar en la unión, como ha sucedido con los Fondos de Recuperación y en el ámbito presupuestario. Lo que resulta inquietante de esos avances hacia una mayor federalización es que proyectan la sensación de que Europa solo se construye reactivamente: para combatir la amenaza o el miedo, en lugar de apelar a la voluntad conjunta de los ciudadanos europeos para que la Unión amplíe sus poderes. De hecho, los Estados no dejan de transferir poderes derivados de sus soberanías, pero tampoco acaban de crear una convencida soberanía europea.

La articulación de esta propuesta deberá contar con todas las cautelas de control para que respete los fundamentos democráticos del federalismo. Es importante, como señala el proyecto, que sea el Consejo de la UE, y no cualquier comité, el que asuma esa potestad para decretar, a propuesta de la Comisión y con el escrutinio del Parlamento Europeo, el cierre generalizado. Es el instrumento que puede impedir que cada país adopte por su cuenta sus propias normas sobre la entrada de viajeros procedentes de países terceros.

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