Diálogo necesario en Argentina

Las elecciones han mostrado la debilidad del Gobierno peronista y han impulsado al presidente Fernández a buscar salidas del atolladero tendiendo la mano a la oposición

Maria Eugenia Vidal (con camiseta blanca) celebra los resultados electorales el domingo en Buenos Aires.ALEJANDRO PAGNI (AFP)

El Gobierno peronista ha sobrevivido con lo justo a las elecciones legislativas de medio término celebradas este domingo. Perdió la mayoría en el Senado, pero salvó la primera minoría en diputados. Ha sido clave la remontada electoral en la provincia de Buenos Aires, el principal distrito del país, donde en las primarias de septiembre le separaron más de cuatro puntos de su rival y finalmente quedó a menos de dos. Las previsiones de...

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El Gobierno peronista ha sobrevivido con lo justo a las elecciones legislativas de medio término celebradas este domingo. Perdió la mayoría en el Senado, pero salvó la primera minoría en diputados. Ha sido clave la remontada electoral en la provincia de Buenos Aires, el principal distrito del país, donde en las primarias de septiembre le separaron más de cuatro puntos de su rival y finalmente quedó a menos de dos. Las previsiones del peronismo eran tan malas, basadas en la catástrofe electoral que sufrió en esas primarias, que celebró la derrota con la euforia que da un triunfo. El presidente, Alberto Fernández, incluso convocó a una gran manifestación el miércoles en la plaza de Mayo para “celebrar la victoria”.

El discurso político de la Casa Rosada, sin embargo, oculta una gran debilidad. La alianza oficialista no ha logrado una voz común ni siquiera ante los grandes desafíos a los que se enfrenta: inflación y pobreza récord, una economía lastrada por la pandemia y el reto de un acuerdo con el FMI que permita posponer pagos por 19.000 millones de dólares en 2022. Pese a la gravedad de la crisis, la alianza peronista que gobierna Argentina no ha encontrado un discurso común y se desangra en peleas intestinas. La vicepresidenta, Cristina Kirchner, ha desautorizado, cuando no desairado, repetidas veces al presidente que ella misma ungió como candidato en 2019. Las tensiones entre los sectores más radicales son un palo en la rueda de cualquier entendimiento necesario.

En este escenario, Alberto Fernández lanzó al calor de los resultados electorales un inédito llamamiento al diálogo con la oposición. Y prometió el envío para su aprobación en el Congreso de “un proyecto de ley que explicite un programa económico plurianual”, tal como exigen el FMI y los mercados, deseosos de tener previsibilidad sobre el futuro económico de Argentina. El presidente aclaró que el plan tiene la aprobación de Cristina Kirchner y Sergio Massa, el presidente de la Cámara baja y tercera pata de la coalición. Intentó así despejar dudas sobre la viabilidad política de su propuesta.

El anuncio fue recibido con prudencia por la oposición, que teme un dardo envenenado que solo busque repartir daños. Desconfían además de la vicepresidenta. Se preguntan si la líder del kirchnerismo aceptará un ajuste fiscal como el que sin duda exigirá el Fondo para cualquier acuerdo. El diálogo, sin embargo, parece ser la única opción para Argentina. La falta de un liderazgo fuerte, como alguna vez lo fue el peronismo, solo se suple con un acuerdo que socialice las responsabilidades políticas, y también las soluciones. Solo así el país podrá salir del atolladero en el que se encuentra.

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