Carolina Durante y la chica del suéter
No es lo mismo usar un pseudónimo que crear un personaje que suplantar una identidad, pero el caso de Carmen Mola evidencia la mercantilización de un mecanismo de protección aún necesario
A Carolina Durante le quitó el nombre un compañero de colegio con el que apenas había hablado tres palabras. Le pidió permiso, ¿qué te parece que le pongamos tu nombre al grupo? Ella pensó que no llegarían muy lejos, y le pareció una forma un poco extraña de ligar. Carolina Durante es periodista, pero muy poca gente lo sabe, porque Carolina Durante es el famosísimo grupo de música de aquel compañero de colegio. Hace un par de años Carolina Durante, la verdadera, ...
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A Carolina Durante le quitó el nombre un compañero de colegio con el que apenas había hablado tres palabras. Le pidió permiso, ¿qué te parece que le pongamos tu nombre al grupo? Ella pensó que no llegarían muy lejos, y le pareció una forma un poco extraña de ligar. Carolina Durante es periodista, pero muy poca gente lo sabe, porque Carolina Durante es el famosísimo grupo de música de aquel compañero de colegio. Hace un par de años Carolina Durante, la verdadera, nos contó que había registrado su propio nombre, por si acaso en algún momento quería recuperarlo. Al parecer no sentó bien al grupo, que se enteró cuando fueron a registrarlo ellos mismos. “Les pareció sucio”.
Esta semana solo se ha hablado en Twitter de Carmen Mola, la ganadora del premio Planeta que eran tres señores guionistas que, aunque dijeran que solo se escondían detrás de un nombre, en realidad se habían inventado un personaje: una mujer de mediana edad, con hijos mayores y un trabajo anodino que se puso a escribir gore, aunque lo llaman novela negra. Un perfil irresistible. Más si se añade que nadie la había visto nunca (obvio), no daba entrevistas más que muy contadas y por e-mail. La Elena Ferrante española, la llamaron.
Olivia Sudjic en su ensayo Expuesta (Alpha Decay) explica la presión extra que tienen que soportar las mujeres en sus exposiciones públicas. Hace un tiempo le pedimos en S Moda que analizara el caso Ferrante con motivo de la publicación del nuevo libro de la escritora, que fue sacada del anonimato con gran escándalo y posiciones encontradas por el periodista Claudio Gatti. ¿Tiene derecho Elena Ferrante a ser anónima, a no dar ruedas de prensa, no tuitear, no escribir columnas ni posar en revistas?
Que las mujeres sufren mayor escrutinio público y mucho más acoso en redes es indiscutible. El objetivo es acallar el discurso femenino, favorecer la voz dominante, lo explica muy bien Lucía Lijtmaer en Ofendiditos (Anagrama). Por eso, en el caso de Ferrante y en el de muchas mujeres, utilizar un pseudónimo o candados en Twitter, cuentas privadas, cuentas solo profesionales o abandonar las redes, son mecanismos de protección y de rebelión. Personalmente no creo que Carmen Mola esté robando el espacio literario a ninguna mujer (algunos ya adivinaron hace mucho que detrás de esa firma había hombres, varios), pero sí está robando un recurso genuino de protección y mercantilizándolo.
El colmo de esta historia llegó cuando el escritor Sergi Puertas contó en El Confidencial que después de haber publicado varios libros que no tuvieron éxito se dio cuenta de que su perfil no era seductor para las editoriales así que entró en Facebook, robó “una foto random de una chiquilla de 25 años”, explica: “Suéter de cuello alto, media melena, expresión modosita” y le creó una cuenta de Facebook y otra de Gmail. Envió su manuscrito a un editor con ese perfil y le hicieron caso.
Ahora en Twitter dicen haber desenmascarado el quid de la cuestión: que hay más posibilidades de publicar si eres mujer. Lo cierto es que su libro lo acabó firmando él y así se comercializó. Pero, por supuesto, como sabe todo el mundo en el negocio editorial y en la vida, hay más posibilidades de publicar si eres un tuitero incendiario, un exdirector de periódico, el líder de una banda con problemas de adicciones o un buen poeta de 17. Felicidades por el descubrimiento.
Que tres señores poderosos crean que utilizar como pseudónimo un nombre de mujer no es un problema evidencia el problema, y que un señor crea que tiene derecho a robar una foto de Facebook a una chica, construirle una identidad falsa, mandar esa foto a un editor y asegurar que los “mensajes babosos” que recibía son el precio que hay que pagar, no solo evidencia el problema, sino que es el problema.