Polonia: terrenos peligrosos
La UE dispone de instrumentos convincentes para desactivar las iniciativas eurofóbicas de Varsovia
Los procesos históricos no generan lecciones mecánicas o moralejas simplonas, pero sí es inteligente pensarlos en forma de analogía estructural. El Brexit o el movimiento independentista catalán empezaron de forma difusa y un tanto folclórica con declaraciones extemporáneas o intervenciones televisivas de personajes pintorescos, como Nigel Farage. Buena parte del éxito que cosechó Donald Trump (y de la nostalgia de su mandato reactivada hoy en las filas republicanas) tiene que ver con la ridiculización de su figura que practicaron el liberalismo clásico y el más progresista. Las autoridades po...
Los procesos históricos no generan lecciones mecánicas o moralejas simplonas, pero sí es inteligente pensarlos en forma de analogía estructural. El Brexit o el movimiento independentista catalán empezaron de forma difusa y un tanto folclórica con declaraciones extemporáneas o intervenciones televisivas de personajes pintorescos, como Nigel Farage. Buena parte del éxito que cosechó Donald Trump (y de la nostalgia de su mandato reactivada hoy en las filas republicanas) tiene que ver con la ridiculización de su figura que practicaron el liberalismo clásico y el más progresista. Las autoridades polacas y en particular su presidente Jaroslaw Kaczynski, y líder de Ley y Justicia, han ido sembrando en los últimos años inquietantes pistas de una eurofobia de uso interno: la Unión Europea vendría a ser el enemigo de la autonomía de Polonia como Estado. El pasado jueves, sin embargo, el Tribunal Constitucional de aquel país dio un paso inédito en la historia de la Unión al decidir la inaplicabilidad en ciertos casos de los artículos 1 y 19 del Tratado de la Unión Europea en Polonia. No es la primera vez que la UE vive disparidades entre el TJUE y tribunales nacionales, pero nadie había llegado tan lejos.
La efectividad de ese desafío es otra cuestión. A corto plazo puede significar la prolongación del actual bloqueo de los miles de millones de euros destinados a la recuperación económica, pero puede significar también la tentativa de provocar una quiebra interna en Europa abocada al fracaso. De acuerdo con el derecho comunitario, esa decisión del tribunal polaco no es aplicable porque prevalece la ley comunitaria. Pero el objetivo desestabilizador de esa decisión está ya impulsado, aunque tenga muy pocas posibilidades de desembocar en un Brexit jurídico a la polaca. En apariencia, por tanto, es otro gesto más de fuerza contra el supuesto enemigo europeo, pero su viabilidad es muy restringida. La Unión Europea, sin embargo, haría bien en buscar formas persuasivas y no beligerantes de frenar las proclamas eurofóbicas de Varsovia cuando todas las condiciones materiales, es decir, económicas, hacen pensar que Polonia rebajará el ruido y acatará las sentencias del TJUE que ahora discute.
El tira y afloja que en los últimos meses ha ido alimentando la confrontación con la UE es fundamentalmente político: el populismo nacionalista en Polonia necesita rearmar su arsenal democráticamente regresivo contra la UE, pero sin tensar la cuerda hasta el extremo de poner en riesgo los fondos europeos. Cerca de 40.000 millones de euros podrían ser un argumento contundente para que el partido del Gobierno cediese ante Bruselas. Tampoco el escenario interno es favorable a la victimización ante Europa o al uso demagógico de los tribunales de justicia. La población polaca es mayoritariamente proeuropea y sería incomprensible, y electoralmente muy arriesgado, jugar la baza de un futuro de Polonia fuera de la UE. Tampoco la peripecia británica es exactamente el mejor aliciente, a un año de unas elecciones que Ley y Justicia ganó en la última convocatoria por un escaso margen de 400.000 votos.