Piratas del siglo XXI

El ataque digital contra la red de oleoductos Colonial en EE UU evidencia la necesidad de mejorar la ciberseguridad

Depósitos de combustible en una planta de Colonial en Woodbridge, Nueva Jersey (EE UU).JUSTIN LANE (EFE)

El ciberataque sufrido el pasado viernes por Colonial, una de las mayores redes de oleoductos de Estados Unidos, evidencia la gravísima amenaza que ofensivas de carácter meramente digital representan para el funcionamiento de industrias e infraestructuras esenciales. Es este el preocupante reverso de las ventajas que, sin duda, proporciona la conectividad digital, al que es necesario prestar atención al máximo nivel en aras de garantizar seguridad y e...

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El ciberataque sufrido el pasado viernes por Colonial, una de las mayores redes de oleoductos de Estados Unidos, evidencia la gravísima amenaza que ofensivas de carácter meramente digital representan para el funcionamiento de industrias e infraestructuras esenciales. Es este el preocupante reverso de las ventajas que, sin duda, proporciona la conectividad digital, al que es necesario prestar atención al máximo nivel en aras de garantizar seguridad y estabilidad.

El sabotaje contra Colonial es de gran importancia, por las características de la estructura atacada, por las consecuencias del ciberataque y por la motivación última de este. La víctima ha sido la red de oleoductos que va desde Texas a los grandes núcleos de población del este y el sur de Estados Unidos, incluida la región metropolitana de Nueva York, corazón financiero del país y de la economía mundial. Su suministro de 2,5 millones de barriles diarios, por ejemplo, representa el 45% del combustible consumido por los vehículos públicos y particulares y los aviones que operan en la costa Este de EE UU y potencialmente podría paralizar una parte significativa de su actividad industrial y económica. La Administración de Joe Biden ha acertado al declarar el estado de emergencia regional no solo por motivos prácticos de gestión federal de la crisis, sino para resaltar la importancia del hecho.

Mención aparte merece el fin último del ataque digital. El mundo ha asistido en los últimos años a sabotajes informáticos contra diversas instalaciones o procesos atribuidos a terceros países —aunque no han sido reconocidos por los acusados— o a hackers más o menos organizados al servicio de estos. Sin embargo, el caso de Colonial es pura y simplemente un acto de piratería de la era digital. El FBI ha señalado a DarkSide, un grupo de hackers que desde el pasado viernes mantiene bloqueados accesos indispensables para que el suministro pueda funcionar y exige un rescate a cambio. Es decir, se trata de un tipo de actor a escala global que no parece responder directamente a los intereses políticos o estratégicos de ningún Estado y, por tanto, resulta especialmente imprevisible.

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Es necesario tomar el ciberataque contra Colonial y EE UU como una meridiana advertencia del peligroso escenario al que se enfrentan las sociedades desarrolladas y adoptar políticas de seguridad nacional donde lo digital esté al máximo nivel. La tarea requiere obviamente que el sector privado también extreme su sensibilidad y esfuerzo ante este reto. La ciberseguridad es una cuestión prioritaria.

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