Ayuso no es el camino

Hay muchos incentivos para pensar que la vía trumpista construye mayorías, que abrazarse a Vox no tiene ningún coste, pero lo cierto es que Madrid no es España

Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, en el acto de cierre de campaña del PP, el pasado domingo.Olmo Calvo

¿Hemos banalizado a Ayuso igual que se banalizó a Trump? ¿Está Madrid llena de los famosos “deplorables”, como calificó Clinton a los votantes del magnate? ¿Representa Ayuso el salto de la política al entretenimiento, consolidado en EE UU en 2016? ¿Se han relajado tanto las líneas rojas de los consensos democráticos que un discurso como el de Vox, gamberro y radical, se premia?

Lo cierto es que ...

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¿Hemos banalizado a Ayuso igual que se banalizó a Trump? ¿Está Madrid llena de los famosos “deplorables”, como calificó Clinton a los votantes del magnate? ¿Representa Ayuso el salto de la política al entretenimiento, consolidado en EE UU en 2016? ¿Se han relajado tanto las líneas rojas de los consensos democráticos que un discurso como el de Vox, gamberro y radical, se premia?

Lo cierto es que el fenómeno Ayuso debe estudiarse en el contexto de la fatiga pandémica. Nadie como ella ha conseguido capitalizar ese hartazgo y responderlo nada más y nada menos que con un estilo de vida “a la madrileña”, eclipsando cualquier propuesta política. Ayuso lo ha hecho surfeando la rendición de cuentas por su gestión durante la pandemia, con un cóctel explosivo de terrazas y neoliberalismo de Chamberí, y confrontando directamente con Sánchez. La derecha, en fase volcánica antes de las elecciones frente a una izquierda estable, da un vuelco al terreno de juego. Los resultados confirman la campaña errática del PSOE, primero intentando pescar en el caladero de Cs y después sumándose al marco de Iglesias: “Democracia o fascismo”. No se pueden hacer dos campañas en una. El bloque de izquierdas muestra además a un Iglesias tocado, un líder que mantiene el tipo, pero pierde chispa, y que ha decidido acelerar su salida. Solo Mónica García ha sabido erigirse como verdadera antagonista de Ayuso, desde esa comunidad de deseos que proyecta un Madrid verde, atento a sus servicios públicos, a lo concreto, a lo cotidiano. Hay ahí una nueva izquierda, feminista, que se parece a pulsiones frescas que vienen de Europa. Frente a ellos, los conservadores han sido hábiles jugando todas sus cartas, colocando sus mensajes y creando a un personaje a medio camino entre la política y el entretenimiento. Todo ello sirve para encarrilar a la derecha bajo la batuta del PP y desestabilizar y situar en una zona de turbulencias a la izquierda. Sánchez debe tomar nota de estos resultados, también por la subida de voto a su izquierda. Pero más importante es que reflexione sobre su propuesta política para la capital.

Madrid consolida el bloquismo con un Cs que peligra como proyecto político de centro (aunque pocas veces ejerció como tal). Y abre las puertas a una reagrupación del voto en el PP, haciendo un dueto con Vox. Recordemos que ese era el objetivo de Ayuso: romper con sus socios liberales y abrazarse, si fuera necesario, a la fuerza de Abascal. Pero Génova se equivocaría si el ayusismo acabara impregnando la estrategia de la dirección general. La tentación del espejismo es grande. Hay muchos incentivos para pensar que la vía trumpista construye mayorías, que abrazarse a Vox no tiene ningún coste. Pero lo cierto es que Madrid no es España. Madrid manda un poderoso mensaje, pero la parte no es el todo, y la pandemia pasará. El ciclo político es otro. Nos habla de más Estado, de subida de impuestos, de desnudar al populismo, y sobre todo, de proyectos políticos. Más allá del terracismo de Ayuso, ¿cuál es el programa de Casado para España?

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