Encontrar trabajo, imposible para los jóvenes

Los lectores escriben de la precariedad laboral de los jóvenes, la ultraderecha, la vacunación en Madrid y la conciliación laboral

Multitud de jóvenes en la plaza del Sol del barrio de Gracia de Barcelona en mayo de 2020.Alejandro García (EFE)

Desde hace meses, mi compañero de piso envía más de 30 currículums por día. Antes de irme a trabajar los saludo a él y a mi compañera, que se dirige a sus prácticas no remuneradas. Yo he tenido la “suerte” de conseguir un contrato, en prácticas, durante la pandemia. A veces pienso que ocupo el puesto de alguien que lo necesita más. Suerte. La mayor parte de nuestros excompañeros de clase (nos habríamos graduado este año, pero no habrá celebración) no encuentra trabajo. En el confinamiento...

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Desde hace meses, mi compañero de piso envía más de 30 currículums por día. Antes de irme a trabajar los saludo a él y a mi compañera, que se dirige a sus prácticas no remuneradas. Yo he tenido la “suerte” de conseguir un contrato, en prácticas, durante la pandemia. A veces pienso que ocupo el puesto de alguien que lo necesita más. Suerte. La mayor parte de nuestros excompañeros de clase (nos habríamos graduado este año, pero no habrá celebración) no encuentra trabajo. En el confinamiento, muchos nos ofrecimos a ocuparnos de los niños cuando cerraron los colegios y llevamos la compra a personas de alto riesgo. Encendemos la televisión y vemos cómo se habla de la irresponsabilidad de los jóvenes, que “no nos hemos enterado de que estamos en pandemia”. Nos miramos resignados: ojalá. Ojalá hubiéramos podido ignorarlo. Mala suerte.

Sofía Álvarez Jurado. Madrid

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Quien siembra vientos... ya saben

La película Cabaret explica con lucidez el ascenso de los nazis en Alemania: la burguesía los toleró para que acabaran con los comunistas pensando que luego podrían pararles los pies. En España, desde hace algún tiempo, el centroderecha coquetea con la extrema derecha apelando al miedo al socialismo y el comunismo (“socialismo o libertad”, ¿recuerdan?). Lo último, un atentado contra la sede de Podemos en Cartagena. El alcalde de Madrid, menos belicoso que la presidenta de la comunidad, condena el ataque y añade un pero: “pero sin embargo…”. Inmoral, pero útil. Y probablemente sincero. ¿Tendremos que recordarles el refranero? Quien siembra vientos… ya saben.

Emilio Gómez-Caminero Parejo. Sevilla

Colas delante del hospital Isabel Zendal en Madrid. Victor Sainz

Gracias de nuevo, sanitarios

He recibido la primera dosis de vacuna junto a cientos de mayores tras una cola de dos horas rodeando el Hospital Isabel Zendal: la cola de Doña Manolita pero con premio seguro. Fuera del centro, la educación y la paciencia de la gente, procedente de distintos lugares de la Comunidad de Madrid, como Alcalá de Henares, Chinchón, Villalba, etcétera, paliaba la falta de ayuda oficial. Una vez en el interior del hospital, la profesionalidad y la amabilidad del personal sanitario y administrativo compensaba la espera. Como siempre, el esfuerzo del colectivo sanitario contrasta con la poca calidad de los gestores políticos. Gracias una vez más, sanitarios.

Carmen Alonso Núñez. Madrid

¿Alguien puede conciliar?

¿Puede alguien conciliar la vida laboral y familiar en nuestro país? Ni los trabajadores que ganan el sueldo mínimo, ni los empleados de consultoras ni, por supuesto, la población desempleada. Es hora de iniciar un debate, tan arduo como complejo, sobre el número de horas que trabajamos a la semana y sobre la pertinencia y productividad asociada a jornadas extensas. La clave reside, desde mi punto de vista, en la palabra repartir. Para ser más humanos, debemos repartir empleos y salarios. Y para ir entrando en materia recuerdo que, en 1932, el laureado premio Nobel Bertrand Russell propuso una jornada laboral de cuatro horas.

María Jesús de la Puente Muñoz. Madrid

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