El tran tran de la libertad
Un eslogan triunfa cuando lo oímos a la vez en el empresario que vive en el barrio de Salamanca y en la trabajadora del súper. Y no importa que sea verdad o mentira: importa su impacto
Todo momento vive su particular guerra de emblemas. Incluso es posible que una vaya a hacer la compra y se encuentre con ellos. Hay una trabajadora colocando unos bricks de leche en las estanterías del súper, y al caérsele uno, se lamenta de su situación y de los políticos. “No hay manera de confiar en ninguno”, dice, y finalmente exclama: “¡Y encima me han robado mi libertad!”. Admitámoslo, suena a ayusismo. La joven no clama contra el fascismo o sobre el papel de las mujeres en la...
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Todo momento vive su particular guerra de emblemas. Incluso es posible que una vaya a hacer la compra y se encuentre con ellos. Hay una trabajadora colocando unos bricks de leche en las estanterías del súper, y al caérsele uno, se lamenta de su situación y de los políticos. “No hay manera de confiar en ninguno”, dice, y finalmente exclama: “¡Y encima me han robado mi libertad!”. Admitámoslo, suena a ayusismo. La joven no clama contra el fascismo o sobre el papel de las mujeres en la historia. Habla de una situación precaria, de su desconfianza hacia quien poco soluciona, de un hartazgo existencial que se subsume en un difuso paraguas con un lema sobre la ausencia de libertad.
Un eslogan triunfa cuando lo oímos a la vez en el empresario que vive en el barrio de Salamanca y en la trabajadora del súper. Y no importa que sea verdad o mentira: importa su impacto. Lo determinante es que construye un sistema de significación coherente al interior de sí mismo, y que explica más o menos lo que a una le ocurre, aunque sea pervirtiendo las palabras, atrofiando el concepto de libertad para diluir la diferencia entre derechos, deberes y privilegios. Y es curioso. Si bien el primer momento de la pandemia nos hizo valorar la necesidad de un Estado protector, ahora que la crisis económica destruye comercios y puestos de trabajo, cuando las burocracias del bienestar se muestran ineficaces y la fatiga pandémica se agudiza, es más fácil que cale un discurso así porque, al cabo, el punto de fuga de todo esto es el ansia de ocio, el salir a tomar cañas o disfrutar con la gente que quieres, no la preocupación por los bienes globales.
Y mientras Ayuso sigue con el tran tran de la libertad, la aprobación de la ley de eutanasia pasa casi desapercibida. Y es precisamente un nuevo ejercicio de la libertad lo que se ataca cuando desde el conservadurismo se dice que promociona la cultura de la muerte. Excesos de quien pretende erigirse en defensor de la vida, de quien grita e insulta desde la bancada a quien reclama el cuidado de la salud mental. Las manifestaciones de miles de mujeres en las calles de Londres, tras la terrible violación y asesinato de la joven Sarah Everard, nos hablaban también de una libertad imposible de alcanzar cuando se vive con el temor a experimentar violencia física, mientras Ayuso, con motivo de las celebraciones del mismísimo 8-M, decía que “los hombres sufren más agresiones que nosotras”. Solo se es plenamente libre cuando se garantizan las condiciones que permiten afirmarse como tal: seguridad económica, esperanza en el futuro, igualdad. Comprendo la lógica de los eslóganes, pero me cuesta entender cómo se pretende explicar nada a la joven empleada del súper con algo como la creación de un frente antifascista. @MariamMartinezB