Nacionalismo inútil contra el virus
El legado final de cualquier político de esta época dependerá de lo que haga para detener la covid-19
Lo primero que dijo Iván Duque, presidente conservador de Colombia, sobre la vacunación del millón de venezolanos que habitan dentro del país en situación irregular fue “no”. Se estaba acabando diciembre y su Gobierno, como todos los demás, estaba sometido a una enorme presión por empezar a inmunizar a su población. Volvía la pulsión nacionalista, como cada vez que arreciaba la pandemia: los nuestros, primero....
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Lo primero que dijo Iván Duque, presidente conservador de Colombia, sobre la vacunación del millón de venezolanos que habitan dentro del país en situación irregular fue “no”. Se estaba acabando diciembre y su Gobierno, como todos los demás, estaba sometido a una enorme presión por empezar a inmunizar a su población. Volvía la pulsión nacionalista, como cada vez que arreciaba la pandemia: los nuestros, primero.
Dos semanas después ya había cambiado su posición. Un mes más tarde no solo pretende garantizar la vacunación a toda persona de origen venezolano en Colombia, sino que pone en marcha una regularización masiva sin precedentes inmediatos en la región. Lo hace por cálculos puramente políticos, claro. Pero, ¿no es eso lo que queremos de un gobernante? El mínimo exigible es que esté dispuesto a cambiar de posición considerando el contexto, así lo haga siguiendo sus incentivos. En este caso, se pone en la balanza la opinión pública (fuertemente contraria a la política de acogida: tres cuartos de la población colombiana está contra reabrir la frontera) con la necesidad de recursos, apoyo y legitimación internacional para un Gobierno que se percibe como débil dentro y fuera de sus fronteras. Gana esta última porque el premio es mayor a largo plazo: independientemente de los sondeos de coyuntura y del ruido en medios y redes, el legado final de cualquier político de esta época dependerá de lo que haga para detener el virus.
Y al virus no se le para país por país. El ejemplo de la diáspora venezolana lo ilustra: cinco millones de almas que han tenido que abandonar un país en crisis durante la última década, muchas de ellas en circulación constante por América y Europa. Más expuestas, por tanto, a las consecuencias de una pandemia. Refugio potencial para la covid, también: siempre que la humanidad ha logrado achicar espacios a una enfermedad sin erradicarla, el contagio se ha atrincherado en las poblaciones más vulnerables. Afectando primero a aquellas, rebrotando luego entre todos los demás.
En salud pública nadie está completamente seguro hasta que no lo estemos todos. Si el incentivo puramente egoísta de un político se alinea con esta máxima, bienvenido sea. Ojalá otros, en Europa particularmente, lo vean también así. La pulsión nacionalista te coloca bien en las encuestas de hoy, pero puede dejarte muy mal en el retrato de la posteridad. @jorgegalindo