Columna

La Europa que quiere España

La salida de Merkel puede dejar un hueco en términos de impulso europeo que aquellos Estados más comprometidos con los fundamentos de la integración deberían estar dispuestos a ocupar

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en septiembre en Bruselas.EFE

La creación y desarrollo de Europa como expresión de una democracia supranacional no ha estado exenta de dificultades. Además, este proyecto configurado a modo de Gobierno multinivel no resulta fácil de explicar ni de comprender por la ciudadanía, menos aún en un contexto de transformación como el presente y de incertidumbre sobre el futuro. Con todo, la aceleración de los cambios a los que se enfrenta el mundo exige pensar de manera urgente aquellos elementos que requieran ser ...

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La creación y desarrollo de Europa como expresión de una democracia supranacional no ha estado exenta de dificultades. Además, este proyecto configurado a modo de Gobierno multinivel no resulta fácil de explicar ni de comprender por la ciudadanía, menos aún en un contexto de transformación como el presente y de incertidumbre sobre el futuro. Con todo, la aceleración de los cambios a los que se enfrenta el mundo exige pensar de manera urgente aquellos elementos que requieran ser adaptados para relanzar un modelo político de integración que representa mejor que ningún otro el compromiso de la Unión y de sus veintisiete Estados con el bienestar de los europeos.

Desde esta premisa, el Consejo Europeo acordó en una reunión de 2019 impulsar una Conferencia sobre el Futuro de Europa orientada a colocar a los ciudadanos en el centro del debate europeo con el propósito de que sus posiciones fueran debidamente escuchadas. La idea, en su concepción originaria, pasaba por prolongar este ejercicio hasta 2022 bajo presidencia francesa y, a continuación, realizar una reforma de los Tratados europeos. Aunque la propuesta inicial era haber inaugurado esta Conferencia el pasado 9 de mayo —coincidiendo con el 70º aniversario de la Declaración Schuman— la pandemia (y los múltiples desencuentros institucionales) han ido aplazando su puesta en marcha de manera difícilmente justificable. En cualquier caso, todo invita a pensar que los trabajos pueden dar comienzo sin tardar demasiado.

A este respecto, me parece pertinente preguntarse por la propia visión que España como país va a sostener en el marco de esta Conferencia sobre el Futuro de Europa, más allá de conocer todos los instrumentos que las Administraciones diseñen para favorecer un rico intercambio de ideas, además de incentivar el debate y la participación ciudadana a través de la sociedad civil. Pues bien, es precisamente la hipótesis de que todo esto acabe en una reforma del marco jurídico europeo lo que convierte a la Conferencia en un elemento estratégico para que los Estados (y, en el caso de España, también las comunidades autónomas) vayan sedimentando aquellas iniciativas que podrían escalar al texto de los tratados, haciendo finalmente posible esa Europa que queremos y necesitamos.

En este contexto en el que se debate la configuración política futura de Europa, Francia sugiere posiciones muy ambiciosas para la Unión en torno al concepto de “soberanía europea” como narrativa que concentra las ideas de independencia, potencia e identidad que la Unión dice perseguir. Y España… ¿Qué piensa? La pregunta no es retórica. Articular una respuesta y que el presidente del Gobierno la haga pública ante una audiencia europea bien elegida contribuirá a reforzar nuestro liderazgo dentro de la Unión. Tengamos presente que la salida de Angela Merkel de la cancillería alemana puede dejar un hueco en términos de impulso europeo que aquellos Estados más comprometidos con los fundamentos de la integración deberían estar dispuestos a ocupar. De ahí la importancia de tener claro qué Europa quiere España y qué Europa conviene a España Y, tan importante como todo lo anterior, ¿con quiénes queremos hacer esa Europa realidad?

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