Cataluña como laboratorio
El tono de la campaña dará una pista de si los candidatos y sus partidos han entendido hasta dónde llega el desasosiego de una sociedad sin planes porque el futuro es, más que nunca, una incógnita
Estamos a punto de asistir a la primera campaña electoral con la batalla contra la pandemia y sus consecuencias como nueva forma de vida. Las elecciones en Galicia y Euskadi nos pillaron en verano, recién salidos del confinamiento y con la curva casi plana, cuando todavía creíamos que el coronavirus podía ser un viaje intenso pero corto. Hoy nadie aventura cuánto tiempo más viviremos esta nueva normalidad e incluso cuánto de ella se quedará para siempre. Han cambiado el marco, nuestras expectativas y el estado de ánimo.
La campaña catalana se desarrolla además en el territorio español d...
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Estamos a punto de asistir a la primera campaña electoral con la batalla contra la pandemia y sus consecuencias como nueva forma de vida. Las elecciones en Galicia y Euskadi nos pillaron en verano, recién salidos del confinamiento y con la curva casi plana, cuando todavía creíamos que el coronavirus podía ser un viaje intenso pero corto. Hoy nadie aventura cuánto tiempo más viviremos esta nueva normalidad e incluso cuánto de ella se quedará para siempre. Han cambiado el marco, nuestras expectativas y el estado de ánimo.
La campaña catalana se desarrolla además en el territorio español donde con más fuerza arraigó la posverdad como programa político. El procés alimentó una suerte de política ficción en la que el nuevo Estado catalán sería posible a muy corto plazo y además iba a resolver todos los problemas. La realidad pinchó dramáticamente ese globo en poco tiempo, y las consecuencias de romper la legalidad vigente aún las padecen los dirigentes encarcelados. Y, para rematar, apareció esta pesadilla que nos enfrenta a todos a la urgencia de lo material —las vacunas, los hospitales, los ERTE— y a la necesidad de la cooperación territorial y la colaboración internacional. La pertenencia a entidades supranacionales vuelve a cobrar todo su valor. Qué habría sido de los países europeos si cada uno hubiera acudido en solitario a comprar vacunas. Hace unos días, Josep Borrell declaraba a la cadena SER que con las vacunas podíamos asistir a la reedición del mercado salvaje que la primavera pasada especuló con las mascarillas y los respiradores. Una semana después, la UE ha tenido que ponerse firme con las farmacéuticas que firmaron unos envíos de dosis a los países de la Unión y hoy no se sabe si las están vendiendo al mejor postor. Por no hablar de lo que sería de nuestra economía sin la expectativa del paraguas europeo en forma de 140.000 millones en ayudas directas y créditos ventajosos.
El problema político catalán no se resuelve en unas elecciones ni hay pandemia que repare las fracturas emocionales, pero esta convocatoria contrapone, como ninguna recientemente, el mundo de ayer y el de hoy. El tono de la campaña dará una pista de si los candidatos y sus partidos han entendido hasta dónde llega el desasosiego de una sociedad sin planes porque el futuro es, más que nunca, una incógnita.