Filomena
Se diría que el Ayuntamiento y la Comunidad han firmado un protocolo secreto de actuación cuyo punto principal consiste en no contratar personal jamás, en ninguna situación y por ningún concepto
Si alguien dudaba del efecto corrosivo, nefasto, de la polarización política que ha convertido nuestra vida cotidiana en una permanente arena de gladiadores, ahí está Filomena. El Ayuntamiento de Madrid afirma que ha limpiado un tercio de las calles y que hace días que se recoge la basura. Yo eso no lo sé, pero les puedo hablar de mi calle, que no está limpia y sigue con los árboles tronchados en medio de la calzada, entre montañas de bolsas de basura sin recoger. Las autoridad...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Si alguien dudaba del efecto corrosivo, nefasto, de la polarización política que ha convertido nuestra vida cotidiana en una permanente arena de gladiadores, ahí está Filomena. El Ayuntamiento de Madrid afirma que ha limpiado un tercio de las calles y que hace días que se recoge la basura. Yo eso no lo sé, pero les puedo hablar de mi calle, que no está limpia y sigue con los árboles tronchados en medio de la calzada, entre montañas de bolsas de basura sin recoger. Las autoridades madrileñas, eso sí, invirtieron toda su energía, y varias jornadas de trabajo, en calcular los daños para poder pelearse con el Gobierno por la declaración de zona catastrófica, mientras los vecinos no podíamos salir a la calle. Si ahora podemos pisarla es gracias a los comerciantes, a los trabajadores de las empresas del barrio, a los porteros y vecinos que han abierto caminos seguros entre murallas de hielo amontonado, abandonado a su suerte. Sobre nuestras cabezas, grandes masas de nieve helada siguen colgando de las cornisas. En resumen, lo que los madrileños de a pie no pueden hacer, no lo hace nadie. Se diría que el Ayuntamiento y la Comunidad han firmado un protocolo secreto de actuación cuyo punto principal consiste en no contratar personal jamás, en ninguna situación y por ningún concepto, ya sea para limpiar la ciudad, para reforzar la atención primaria o para acelerar la vacunación. En estas circunstancias, las imágenes de padres y madres paleando nieve por su cuenta ante las puertas de los colegios de sus hijos no es tan admirable como indignante, y las palabras de alabanza de quienes tenían la obligación de asumir esas tareas, echa sal en la herida de su propia ineptitud. Y así estamos, esperando a que llueva. Si es que llueve.