Un nuevo atlantismo
La Alianza debe reconfigurarse para afrontar los retos del siglo XXI
La reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN celebrada esta semana debe marcar un punto de inflexión en la historia de una alianza defensiva que precisa reconfigurarse para afrontar los desafíos de un siglo XXI que se diferencia mucho de la mitad del siglo XX, época en que fue creada.
En lo formal, ha sido la última reunión con Donald Trump como presidente de EE UU. Cuatro años marcados por el desprecio hacia una organización a la que consideraba un gasto superfluo, donde ha faltado orientación estratégica y la brecha entre ambos lados del Atlántico se ha agrandado. El relev...
La reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN celebrada esta semana debe marcar un punto de inflexión en la historia de una alianza defensiva que precisa reconfigurarse para afrontar los desafíos de un siglo XXI que se diferencia mucho de la mitad del siglo XX, época en que fue creada.
En lo formal, ha sido la última reunión con Donald Trump como presidente de EE UU. Cuatro años marcados por el desprecio hacia una organización a la que consideraba un gasto superfluo, donde ha faltado orientación estratégica y la brecha entre ambos lados del Atlántico se ha agrandado. El relevo en la Casa Blanca con una Administración defensora del multilaterismo contribuirá a restañar daños, pero también debe servir para rediseñar el futuro de la Alianza, cuyo escenario no puede limitarse a una región del planeta, sino que no tendrá más remedio que ser global.
Y así lo refleja el informe encargado a un grupo de expertos por el secretario general, Jens Stoltenberg, que plantea el escenario Asia-Pacífico —léase China— como uno de los principales retos de la Alianza. La preocupación por el auge chino no responde por tanto solo a una línea —con cierto grado de obsesión— del mandato de Trump, sino que es compartida, con los debidos matices, tanto por la organización como por democracias de la zona, entre ellas Japón, Corea del Sur, Australia o Nueva Zelanda. Países a los que Stoltenberg es partidario de incluir en una estrategia común, lo que significa una ampliación de horizonte geográfico sin precedentes.
Pero este impulso a la OTAN plantea una importante disyuntiva. Trump ha puesto a los países de Europa ante la necesidad de desarrollar una política exterior y de defensa propia que no quede al albur de quien presida EE UU. No es que los dos ámbitos sean incompatibles, pero su coexistencia plantea dificultades. La UE debe hallar una vía para reforzar su autonomía estratégica sin que ello signifique un desacople de la Alianza. Al contrario, lo anterior debe ir de la mano de un mayor compromiso con el pacto atlántico, ahora con proyección global.