Mirar de frente a la migración
Valdría la pena esforzarse para abrir un hueco en nuestra ruidosa y monotemática conversación nacional que nos permita tratar este problema y buscarle una solución adecuada
La gestión de la pandemia y la tramitación de los Presupuestos captan toda la atención política y absorben el interés de los medios. Hay razones más que sobradas para que así sea, aunque esta jerarquización de los temas que conforman la agenda política nos haya hecho olvidar muchos de los desafíos que España tiene todavía pendientes de abordar. Nos referimos, por ejemplo, a...
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La gestión de la pandemia y la tramitación de los Presupuestos captan toda la atención política y absorben el interés de los medios. Hay razones más que sobradas para que así sea, aunque esta jerarquización de los temas que conforman la agenda política nos haya hecho olvidar muchos de los desafíos que España tiene todavía pendientes de abordar. Nos referimos, por ejemplo, a la presión migratoria procedente de África. Una realidad cuyo impacto presente y futuro nos cuesta calibrar, incluso cuando (re)descubrimos noticias que nos alertan de nuevo sobre el incremento de pateras en nuestras costas; o cuando nos saca de nuestra propia tragedia diaria el grito desconsolado de una madre que pierde a su bebé en aguas del Mediterráneo, apenas unos minutos antes de que la barcaza en la que viajaban en condiciones penosas se partiera y frustrara el rescate de ambos en el mar.
Todos recordamos las discrepancias surgidas entre los Estados miembros de la UE con motivo de la crisis migratoria y de refugiados a la que Europa tuvo que hacer frente en 2015 y que dio lugar a casi dos millones de pasos ilegales de frontera. Tampoco se nos ha olvidado el controvertido acuerdo que la UE firmó con Turquía, ni las profundas heridas que las dificultades de gestión de este volumen de personas queriendo atravesar la frontera exterior de la Unión dejó en el vigente sistema europeo de migración y asilo. La experiencia de aquel momento aconseja, sin duda, retomar el tema y abordar una profunda actualización del citado sistema bajo la idea de que ningún Estado miembro deba asumir una responsabilidad desproporcionada en la gestión de flujos migratorios, a la par que todos los Estados contribuyan de manera solidaria.
En este contexto se encuadra la propuesta presentada por la Comisión Europea, el pasado septiembre, bajo el título Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo. El documento, objeto ya de muchas críticas, recoge las líneas maestras sobre las que se pretende edificar, desde un enfoque global, un nuevo marco normativo capaz de gestionar la interdependencia entre las políticas y las decisiones de los Estados miembros evitando incoherencias y deficiencias de aplicación. Dar seguridad y claridad en las respuestas que tengan que adoptarse en la materia debe ser el principal propósito de una política europea que sirva no sólo en tiempos de normalidad, sino también en tiempos de presión migratoria y particularmente en tiempos de crisis. La necesaria (y urgente) iniciativa que impulsa la Comisión exigirá un debate complejo y de calado en las instituciones europeas durante los próximos meses que España debe estar en disposición de liderar, no sólo por nuestra ubicación geográfica.
Valdría la pena esforzarse para abrir un hueco en nuestra ruidosa y monotemática conversación nacional que nos permita mirar de frente al reto de la migración y buscarle la respuesta europea más adecuada tomando en consideración su ámbito, el asilo, la gestión de fronteras y la relación con terceros Estados.