Columna

La indecencia

Es imposible, incluso para los memoriosos de la segunda parte del siglo XX, recordar una explosión de júbilo como la causada en el mundo por la caída de Trump

Donald Trump, durante el cierre de campaña en Washington (Michigan).GETTY IMAGES

No siendo historiador ignoro si en los tiempos modernos ha habido un periodo en el que coincidieran, como ahora, tantos jefes de Estado odiosos, y me refiero aquí a un odio universal, no partidista ni solo ideológico, sino fundamentalmente estilístico. Porque una cosa es tenerle manía a tu alcalde pedáneo y discrepar radicalmente de una presidenta territorial, y otra muy distinta verse afectado por un diluvio lejano que a todos nos arrastra o nos salpica. Mi lista actual de bestias negras blancas de rasgos humanos se extiende por varias latitudes, y ustedes tendrán las suyas, coincidentes o no...

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No siendo historiador ignoro si en los tiempos modernos ha habido un periodo en el que coincidieran, como ahora, tantos jefes de Estado odiosos, y me refiero aquí a un odio universal, no partidista ni solo ideológico, sino fundamentalmente estilístico. Porque una cosa es tenerle manía a tu alcalde pedáneo y discrepar radicalmente de una presidenta territorial, y otra muy distinta verse afectado por un diluvio lejano que a todos nos arrastra o nos salpica. Mi lista actual de bestias negras blancas de rasgos humanos se extiende por varias latitudes, y ustedes tendrán las suyas, coincidentes o no, pero es imposible, incluso para los memoriosos de la segunda parte del siglo XX, recordar una explosión de júbilo como la causada en el mundo por la caída de Trump.

Pensé en lo que dijo Paul Auster respecto al contrincante al que iba a votar, sin que le entusiasmara: “Biden is a decent man”. El adjetivo inglés tiene un significado muy amplio, pues tanto abarca la falta de obscenidad como el carácter amable. De las 11 acepciones que el Diccionario Oxford conciso da de decent, ninguna de ellas le cuadra a Trump, y casi todas a Biden. Lo que significa que, más allá de otros razonamientos, 70 millones de norteamericanos votaron el pasado miércoles a sabiendas a alguien de tan exhibida indecencia como Trump. ¿Desea tanta gente, y en países civilizados, ser regida por el fanfarrón, por el sexista, por el hazmerreír, por el que habla de todo sin saber de nada, por el que aferra la carne involuntaria de una mujer por la costumbre que tiene de agarrarlo así todo? ¿Son sus votantes iguales que el votado, le envidian, o sólo se aprovechan del fantasma para fastidiar y dar miedo? ¿Dónde saldrá el próximo fantoche de la política?

Una alegría añadida a la celebración: saber que es posible cortarle el rollo en directo, urbi et orbi, al presidente de EE UU.

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