Netflix, ¿para cuándo una serie de Europa?
El relato hoy se construye donde está la conversación y ya no es en los telediarios
Ahora que todos nos hemos hecho expertos en el sistema electoral estadounidense, que levante la mano el que no aprendió mucho de lo que sabe viendo El Ala Oeste de la Casa Blanca. ¿Quién no echa de menos, en la ficción y en la realidad, al presidente Jed Barlett? Es verdad que la cosa fue degenerando: de ahí pasamos a House of Cards y hoy a… ¿The Boys? Esa serie irreverente y macarra sobre los superhéroes americanos que se vuelven supervillanos.
Y qué me dicen de The Crown. En ningún lugar hemos aprendido tanto sobre la monarquía británica. Al parecer, la his...
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Ahora que todos nos hemos hecho expertos en el sistema electoral estadounidense, que levante la mano el que no aprendió mucho de lo que sabe viendo El Ala Oeste de la Casa Blanca. ¿Quién no echa de menos, en la ficción y en la realidad, al presidente Jed Barlett? Es verdad que la cosa fue degenerando: de ahí pasamos a House of Cards y hoy a… ¿The Boys? Esa serie irreverente y macarra sobre los superhéroes americanos que se vuelven supervillanos.
Y qué me dicen de The Crown. En ningún lugar hemos aprendido tanto sobre la monarquía británica. Al parecer, la historia no tiene que estar reñida con el entretenimiento. ¿Para cuándo, entonces, una serie sobre la Unión Europea? La comunicación es uno de los eternos quebraderos de cabeza de las instituciones. En tiempos en los que la construcción de narrativas es clave para movilizar cualquier proyecto, la Unión Europea se ve a menudo inmersa en una crisis de relato. Cómo llegar a casi 500 millones de personas en 27 países y 24 lenguas oficiales; cómo crear emociones compartidas a partir de un entramado burocrático sumamente complejo; cómo construir una auténtica ciudadanía europea.
Y no es que no haya material de sobra. En novela ya se ha hecho. La capital, de Robert Menasse, es una tragicomedia de suspense con el escenario comunitario de fondo. Porque el día a día de las instituciones da para varios culebrones, con sus dosis de amoríos, alcohol, mezcla cultural, mezquindad burocrática, grandeza personal, negociaciones técnicas y diseños políticos. La vida misma. Una dosis concentrada de Europa.
Y qué me dicen de los personajes. ¿O es que Jean Monnet no se merece un biopic? Ese comerciante de bebidas, hombre de negocios, banquero de inversión, viajero impenitente, que a base de visión y tesón puso en marcha lo que hoy es el proyecto europeo? Él sí que entendía el art of the deal. O Simone Veil, que tras haber pasado por Auschwitz se convirtió en un icono del feminismo y acabó siendo la primera mujer en presidir el Parlamento Europeo.
El relato hoy se construye donde está la conversación y ya no es en los telediarios. Hay que contratar a los mejores guionistas y ponerse manos a la obra. La capacidad de llegada es infinita. Hoy la serie más vista del mundo es española, La casa de papel. Un fenómeno que sale de un país que no tiene la industria audiovisual más potente ni con más recursos.
Así que esperando ver pronto algo tipo El Ala Este del Berlaymont (el edificio de la Comisión en Bruselas), Todas las mujeres de la presidenta (Ursual von der Leyen), Juego de escaños (por el Parlamento) o The good fight, que, para pleitos, la Unión es la primera potencia normativa del mundo.