Metas volantes
Lo mínimo que nos merecemos es claridad y no placebos
La siguiente es la Navidad. Ahora empieza a circular la urgencia de salvar la campaña de Navidad. Nos tratan como a niños a los que hay que poner un premio en el horizonte para soportar la dureza del presente. Como a electores que tuviéramos que votar mañana y no como a ciudadanos que llevan sobre sus espaldas ocho meses de dolor, ruina e incertidumbre. A estas alturas empieza a estar claro que estamos en una carrera de fondo que altera todos los órdenes de vida. Que penaliza gravísimamente a nuestra economía y exige sacrificio. Lo mínimo que nos merecemos es claridad y no placebos.
La ...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
La siguiente es la Navidad. Ahora empieza a circular la urgencia de salvar la campaña de Navidad. Nos tratan como a niños a los que hay que poner un premio en el horizonte para soportar la dureza del presente. Como a electores que tuviéramos que votar mañana y no como a ciudadanos que llevan sobre sus espaldas ocho meses de dolor, ruina e incertidumbre. A estas alturas empieza a estar claro que estamos en una carrera de fondo que altera todos los órdenes de vida. Que penaliza gravísimamente a nuestra economía y exige sacrificio. Lo mínimo que nos merecemos es claridad y no placebos.
La moción de censura de Vox que se debate hoy en el Congreso se ha convertido en otra meta volante. Para comprobar si el PP le hace caso al GPS que lleva al centro o sigue dando vueltas por carreteras secundarias arrastrados por los ultras. Y a la superación de esa meta se supedita nada más y nada menos que contar con el principal partido de la oposición para una gestión lo más racional posible de la pandemia. El hipotético acuerdo para decidir cómo invertir el dinero que pueda llegar de los fondos europeos. O la renovación de los órganos constitucionales caducados. Los asuntos esenciales del país, en este momento, sometidos a la agenda de un partido que convierte hoy el Congreso de los Diputados en el impagable escenario de un mitin donde excluir a media España.
En Madrid las metas volantes son semanales. El Gobierno de Díaz Ayuso se anticipó ayer al pedir al Gobierno central el toque de queda. Estamos viendo a presidentes de todas las comunidades autónomas tomar decisiones duras, difíciles, a veces con incertidumbre sobre su eficacia, guiándose por las evidencias científicas que, a su vez, van avanzando en el conocimiento del virus por el procedimiento de prueba y error. Pero en Madrid se han especializado en la externalización de la responsabilidad. Las medidas duras siempre las tienen que decidir otros. El asunto es pedir. El toque de queda, como antes fue pedir el fin del estado de alarma y antes pedir el control de Barajas. Metas volantes semanales para no rendir cuentas sobre el incumplimiento de las condiciones de la desescalada y el reforzamiento de la atención primaria y el sistema de rastreo. La tarea que sigue pendiente para afrontar el largo invierno. @PepaBueno