Columna

El mentiroso más poderoso del mundo

El resultado de las elecciones estadounidenses será determinante para el destino de la democracia en Brasil y otros países de Latinoamérica

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en un mitin de campaña este lunes en Tucson, Arizona (EE UU).Ross D. Franklin (AP)

Afirmar que el presidente de Estados Unidos es un negacionista, como hacen algunos críticos, es un error que cuesta caro. Donald Trump es el mentiroso más influyente del mundo. Si fracasa el 3 de noviembre, seguidores como el brasileño Jair Bolsonaro perderán a su jefe supremo y quedarán aislados, y otros acólitos que se presentan en distintos países pueden pinchar antes de causar estragos. Si gana, la próxima fase podría ser el aumento de la violencia y el autoritarismo en las democracias frágiles. No es sorprendente que las elecciones estadounidenses se sigan en sectores de Latinoamérica com...

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Afirmar que el presidente de Estados Unidos es un negacionista, como hacen algunos críticos, es un error que cuesta caro. Donald Trump es el mentiroso más influyente del mundo. Si fracasa el 3 de noviembre, seguidores como el brasileño Jair Bolsonaro perderán a su jefe supremo y quedarán aislados, y otros acólitos que se presentan en distintos países pueden pinchar antes de causar estragos. Si gana, la próxima fase podría ser el aumento de la violencia y el autoritarismo en las democracias frágiles. No es sorprendente que las elecciones estadounidenses se sigan en sectores de Latinoamérica como la final de un Mundial.

Los políticos siempre han mentido. Unos más, otros menos. Pero, como en la ficción, para convencer tenían que ser verosímiles. Ganaban a pesar de mentir, y no porque mintieran. Los peores mentían negando la verdad, no afirmando la mentira. Así actuaron los negacionistas en el siglo XX. Negaron que los cigarrillos matan, negaron que el amianto mata, negaron la crisis climática.

Ya no se trata de eso. Más tarde que temprano, la realidad se impone y negar ya no funciona. La radicalidad de la situación del planeta ha impuesto que los que de hecho tienen el poder pongan en los cargos más altos no a políticos mentirosos, sino a mentirosos cuyo principal objetivo es destruir la posibilidad de la propia política. Criaturas como Trump y Bolsonaro no dicen medias verdades o medias mentiras, como los políticos tradicionales. Dicen mentiras enteras, que son decodificadas como “valor para decir” y, finalmente, como “verdad”. Especialmente cuando reverberan creencias reprimidas durante años por lo políticamente correcto, como “sí, los gais son enfermos” o “sí, los inmigrantes son delincuentes”. En lugar de ser prejuiciosos o racistas, sus votantes se vuelven “auténticos”.

Pero la realidad también se impone ante los mentirosos, como ha mostrado la covid-19. Cuando la mentira ya no funcione, la siguiente etapa será la censura, la represión y el autoritarismo. Es lo que enseña Brasil, donde la mentira y la violencia coexisten. En lugares estratégicos, como la Amazonia, la transición de una a otra se acelera y puede alcanzar niveles sin precedentes si gana Trump.

Para hacer frente a los mentirosos, los políticos de las medias verdades tendrán que atreverse a decir toda la verdad. Fue lo que hizo la adolescente Greta Thunberg al convertirse, en pocos meses, en la persona más influyente en la política climática mundial. Mientras tanto, solo podemos esperar que Joe Biden, con sus virtudes y defectos, gane al mentiroso en jefe y que la democracia estadounidense sea lo bastante fuerte para garantizar que el resultado electoral no se convierta en la mayor mentira de la década.

Traducción de Meritxell Almarza.

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