Columna

No es la paz, ni siquiera un plan de paz

Ganan Trump y Netanyahu y pierden los palestinos. Sin Estado propio y sin ciudadanía israelí, nadie protegerá sus derechos

Firma en la Casa Blanca del acuerdo de normalización de relaciones entre Israel, Emiratos Árabes y Baréin.Alex Brandon (AP)

Europa no está. No están los palestinos. Naciones Unidas tampoco. El multilateralismo decae. Rige la ley del más fuerte, del más rico por tanto. Siempre ha regido, pero sin reglas de juego ni instituciones compartidas queda más desnuda la verdad del poder. Ahora adopta la forma de una alianza entre israelíes y saudíes de tanta profundidad como la OTAN en sus buenos tiempos.

Responde al reflujo militar que Barack Obama inició y Donald Trump está completando, después de que George Bush hijo fracasara en la inundación democrática que iba a transformar la región tras la invasión de Irak. Ru...

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Europa no está. No están los palestinos. Naciones Unidas tampoco. El multilateralismo decae. Rige la ley del más fuerte, del más rico por tanto. Siempre ha regido, pero sin reglas de juego ni instituciones compartidas queda más desnuda la verdad del poder. Ahora adopta la forma de una alianza entre israelíes y saudíes de tanta profundidad como la OTAN en sus buenos tiempos.

Responde al reflujo militar que Barack Obama inició y Donald Trump está completando, después de que George Bush hijo fracasara en la inundación democrática que iba a transformar la región tras la invasión de Irak. Rusia, Turquía e Irán están llenando el hueco, todos contra todos y todos contra Israel. Es un caso de multipolaridad sin multilateralismo, en el que se impone la bipolaridad tradicional entre suníes y chiiíes, árabes y persas, jeques millonarios y airados ayatolás, en creciente tensión entre las dos orillas del Golfo Pérsico.

La apertura de relaciones entre el minúsculo Baréin e Israel es una pieza fundamental. Sin Baréin, no hay foto electoral para Trump. Tampoco Benjamín Netanyahu se apunta el tanto histórico a la altura del que Isaac Rabin anotó en 1994 con la apertura de relaciones con Jordania. No bastaban las relaciones con Emiratos Árabes: debían seguir muchos más. Ya no vecinos en guerra, como fueron Egipto y Jordania, sino lejanos países árabes que irían cayendo como fichas de dominó. Arabia Saudí todavía no puede y de ahí el valor de Baréin, su vecino obediente y enfeudado.

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Así se rompe el dogma de la centralidad palestina. Trump está regalando a Netanyahu todas las bazas de la negociación para alcanzar la paz con los palestinos: la capitalidad de Jerusalén, la soberanía del Golán, el reconocimiento de los territorios ocupados… Se añade ahora la promesa de la baza definitiva, el reconocimiento de todos los países árabes a cambio de nada: paz por paz. Nada de territorios. Ni hablar de los refugiados. Se esfuma el Estado palestino.

Israel sale más fuerte y con mayor reconocimiento. Una operación barata para Netanyahu. Le ha bastado con suspender los planes de anexión inmediata de los territorios ocupados de Cisjordania. De momento, ha aclarado. Si le sirve para mantenerse en el Gobierno y para que Trump gane las elecciones, el objetivo se habrá cumplido.

Esto no es la paz. No es ni siquiera un plan de paz. A Trump le sirve a efectos de Nobel de la Paz aun sin obtenerlo y ya tiene su foto histórica en la Casa Blanca como la tuvieron Jimmy Carter o Bill Clinton. Ganan Trump y Netanyahu y pierden los palestinos. Sin Estado propio y sin ciudadanía israelí, nadie protegerá sus derechos. No es una excepción, sino la condición normal en la península Arábiga, especialmente entre los chiíes, mayoritarios en Baréin, y los numerosos trabajadores inmigrantes, mayoría también en Emiratos.

La democracia escasea en la región. Solo alcanza para los ciudadanos israelíes.

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