Columna

El espíritu de Rajoy

Los conservadores son la alternativa y se quieren centrar en la economía, no quieren corresponsabilizarse

Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado durante el homenaje de Estado por las víctimas de la covid-19 en Madrid, el pasado 6 de julio de 2020.GTRES

El Partido Popular tiene una posición complicada por inédita. Nunca había tenido que confrontar dos partidos en su espacio. Nunca había tenido que hacer un recambio generacional tras salir del gobierno de manera traumática y sacar los peores resultados de su historia reciente. Y, sin embargo, sigue teniendo frente a sus rivales la ventaja de ser un partido consolidado, con estructura territorial, y gobernar bastiones tan importantes como la Comunidad de Madrid, Andalucía o Galicia.

Se quiso leer los últimos cambios en la dirección del PP (en especial la salida de su portavoz parlamenta...

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El Partido Popular tiene una posición complicada por inédita. Nunca había tenido que confrontar dos partidos en su espacio. Nunca había tenido que hacer un recambio generacional tras salir del gobierno de manera traumática y sacar los peores resultados de su historia reciente. Y, sin embargo, sigue teniendo frente a sus rivales la ventaja de ser un partido consolidado, con estructura territorial, y gobernar bastiones tan importantes como la Comunidad de Madrid, Andalucía o Galicia.

Se quiso leer los últimos cambios en la dirección del PP (en especial la salida de su portavoz parlamentaria) una batalla entre duros y blandos. Sin embargo, esto es bastante dudoso. El cambio, fruto de un conflicto entre una independiente y la propia estructura del partido, señaliza más bien la nueva estrategia del Partido Popular: centrarse en la gestión. Es decir, abandona otros frentes en los que la izquierda se siente cómoda y se moviliza (como el feminismo), para ir a por la economía y cómo se administra en la pandemia.

Para que el Partido Popular pueda gobernar su objetivo clave es achicar el espacio de Vox y, al tiempo, robar parte del voto sin representación de Ciudadanos. Con todo, los de Abascal son su principal objetivo porque si están demasiado fuertes Casado lo tendrá muy difícil para armar una mayoría parlamentaria, incluso quedando primera fuerza, con regionalistas y nacionalistas. Pero, entonces, si quiere recuperar votos de Vox y este partido insiste en temas de valores ¿No falla la nueva estrategia?

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Mi hipótesis es que no por al menos tres razones. La primera es que una cosa son los temas de los que se hace bandera y otra la intensidad de la oposición. El PP será comparable en dureza a Vox, solo que con el acento en asuntos que sabe más propios. Segundo, que la economía es un tema potencialmente transversal y su daño casi automático. Los dirigentes populares confían en que la crisis sanitaria y económica desgaste al gobierno y que los traspiés en su gestión desmovilicen a su electorado. Finalmente, por un dato no menor: el votante más preocupado por la economía según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) es el de Vox. Es decir, que este último partido tiene importantes apoyos entre las clases más modestas de la derecha y los de Casado se pueden beneficiar de un reflujo conservador a fórmulas conocidas.

Ahora, una amenaza para esa estrategia es, paradójicamente, el “madrileñocentrismo” mediático. Tener amplificado el incómodo espejo de la gestión de la Comunidad, que sus rivales usarán continuamente, sirve justamente para debilitar a Casado como alternativa. Por eso este será el campo de batalla del curso político. Por eso es imposible un acuerdo presupuestario entre gobierno y PP. Los conservadores son la alternativa y se quieren centrar en la economía, no quieren corresponsabilizarse. El espíritu de Rajoy se impone.

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