Editorial

Señales apocalípticas

Los incendios de California y Oregón revelan el empeoramiento de los efectos del cambio climático

Un coche calcinado tras el paso de las llamas, en el Estado de Oregón, Estados Unidos.KATHRYN ELSESSER (AFP)

Los cielos rojizos y el aire irrespirable que cubren San Francisco y otras ciudades del oeste de Estados Unidos son la enésima señal, cada vez peor, del rápido empeoramiento de los efectos del cambio climático. No hay ninguna duda de que la devastadora ola de fuego que avanza por los Estados de California y Oregón, con más de medio millón de personas evacuadas, 15 víctimas mortales y decenas de desaparecidos, es consecuencia directa del calentamiento global. Y sin embargo, asistimos impotentes a su escalada. El pasado agosto se alcanzaron en el Valle de la Muerte los 54,4 grados centígrados, r...

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Los cielos rojizos y el aire irrespirable que cubren San Francisco y otras ciudades del oeste de Estados Unidos son la enésima señal, cada vez peor, del rápido empeoramiento de los efectos del cambio climático. No hay ninguna duda de que la devastadora ola de fuego que avanza por los Estados de California y Oregón, con más de medio millón de personas evacuadas, 15 víctimas mortales y decenas de desaparecidos, es consecuencia directa del calentamiento global. Y sin embargo, asistimos impotentes a su escalada. El pasado agosto se alcanzaron en el Valle de la Muerte los 54,4 grados centígrados, récord de temperatura en la Tierra desde que hay mediciones. En la zona de Los Ángeles los termómetros han superado varios días los 45, lo que da la medida de la envergadura del calentamiento.

Ciclos meteorológicos hasta hace poco estables y predecibles han entrado en una espiral de alteraciones cada vez más acusadas y frecuentes, de la que los incendios solo son una de sus consecuencias. Una temperatura anormalmente alta de la superficie del océano en el Atlántico y el Caribe y un régimen de vientos también alterado han adelantado este año las tormentas tropicales. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EE UU prevé una temporada de huracanes “extremadamente activa” y con alta potencia destructiva.

Son las últimas manifestaciones de un calentamiento que ya ha elevado la temperatura media de la Tierra 1,1 grados respecto a la era preindustrial. La concentración de CO2 en la atmósfera ha alcanzado este año un nuevo récord. La caída puntual de las emisiones durante el parón económico provocado por la pandemia apenas reducirá entre un 4% y un 7% las emisiones a final de año. De hecho, ya han vuelto a situarse en los niveles de 2019, con lo que cada vez se está más lejos de poder cumplir los Acuerdos de París. Ni las advertencias de la ciencia ni los avisos que lanza la naturaleza son capaces de provocar la reacción que en estos momentos sería necesaria: una reducción de las emisiones mucho más drástica y rápida de lo acordado.


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