Columna

Política ‘youtube’

Llega a nuestras pantallas la nueva derecha millenial

Cinta Arribas

Seguro que recuerdan el chiste: “Encierra a siete izquierdistas en una sala y saldrán siete corrientes escindidas”. Es una de esas maldiciones que parecen afectar solo a las izquierdas, aunque el caso más flagrante de las ensimismadas luchas internas de los partidos lo veamos hoy en las derechas catalanas, con las interminables subdivisiones del PDeCAT. También sucedió en Podemos con la dramática salida de Errejón, los anticapitalistas y las mareas, lo cual, realmente, es llamativo. La fragmentación es un problema que afecta a los partidos cuyos integrantes se han convertido ya en aparato, est...

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Seguro que recuerdan el chiste: “Encierra a siete izquierdistas en una sala y saldrán siete corrientes escindidas”. Es una de esas maldiciones que parecen afectar solo a las izquierdas, aunque el caso más flagrante de las ensimismadas luchas internas de los partidos lo veamos hoy en las derechas catalanas, con las interminables subdivisiones del PDeCAT. También sucedió en Podemos con la dramática salida de Errejón, los anticapitalistas y las mareas, lo cual, realmente, es llamativo. La fragmentación es un problema que afecta a los partidos cuyos integrantes se han convertido ya en aparato, esto es, cuando toda su realidad se limita a lo que ocurre en el interior de su mundo: sus tendencias, sus corrientes, sus congresos, sus batallas intestinas. ¿Y no era eso, acaso, lo que denunciaban de la vieja política, la tan cacareada “crisis de la representación”? Si lo piensan, observando a nuestro actual presidente, algo parecido hubiera ocurrido en el PSOE si Sánchez no hubiera ganado las primarias.

Pero parece que volvemos a otros tiempos, cuando Aznar aún no había reunificado a las derechas. Ahora que al fin nos hemos percatado de que el elemento más desestabilizador en las fuerzas conservadoras de las democracias son los tóxicos estragos del nacional-populismo (miren si no al mundo anglosajón), observamos además que, mientras el sistema se polariza hacia los extremos, también se fragmenta al interior de sus bloques. Lo vemos en España con Vox, fractura que ha obligado a Casado a echarse al monte. Pero surge estos días otro fenómeno interesante personificado por la youtuber Cayetana, convertida en marca política individual dentro de su propio partido, y quién sabe si futura líder de un nuevo movimiento fuera del propio PP, como trató de hacer Errejón.

Lo curioso es que Cayetana ha construido su marca política sin que la estructura del partido tenga la capacidad de tocarla. Se rompe así el esquema de representación normal y la flamante nueva estrella de las redes se dirige a su público con tuits y vídeos a la manera de Trump. La paradoja es que, por un lado, los partidos se han hecho cesaristas, rendidos por completo a los pies del líder, pero, por el otro, las nuevas tecnologías permiten la existencia de disidencias digitales. El cesarismo anula la posibilidad de crear facciones, y la única defensa de quien discrepa o desea manifestar su ego indisciplinado es plantar batalla vendiendo su propia marca. El fracaso de Errejón mostró que no hay lugar para tres partidos de izquierdas en un mismo bloque. Cayetana probablemente sepa que ocurre lo mismo en el bloque de las derechas, pero no le importa con tal de hacer ruido. Las implicaciones para el sistema de este tipo de fragmentación política son aún imprevisibles, pero imagínense que cunda el ejemplo. Llega a nuestras pantallas la nueva derecha millenial.

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