Columna

Messi y la democracia

La crisis del FC Barcelona —histórica, histérica, histriónica— es un espejo de nuestra situación política. También la del Real Madrid, cuando le llegue

Leo Messi durante un partido con el FC Barcelona.David Ramos (Getty Images)

La crisis del FC Barcelona —histórica, histérica, histriónica— es un espejo de nuestra situación política. También la del Real Madrid, cuando le llegue. Porque lo que distingue a nuestros dos grandes equipos de otros dentro y fuera de España es que no son empresas, sino democracias.

No tienen dueños, sino presidentes electos. Y eso tiene ventajas. A diferencia de los seguidores del PSG o el City, culés y madridistas tienen voz y voto. Cada socio, como cada ciudadano en una democracia, tiene la posibilidad de escoger quién manda.

Dirigentes como Laporta, Bartomeu, Calderón o Flore...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La crisis del FC Barcelona —histórica, histérica, histriónica— es un espejo de nuestra situación política. También la del Real Madrid, cuando le llegue. Porque lo que distingue a nuestros dos grandes equipos de otros dentro y fuera de España es que no son empresas, sino democracias.

No tienen dueños, sino presidentes electos. Y eso tiene ventajas. A diferencia de los seguidores del PSG o el City, culés y madridistas tienen voz y voto. Cada socio, como cada ciudadano en una democracia, tiene la posibilidad de escoger quién manda.

Dirigentes como Laporta, Bartomeu, Calderón o Florentino no son necesariamente más inteligentes o benevolentes que los empresarios que poseen otros clubes, pero sí más susceptibles al sentir popular. No gobiernan apoltronados en un trono de petrodólares, como los jeques árabes que poseen equipos campeones en muchas ligas europeas; tampoco ansiosos en la silla eléctrica del mercado de valores, como los inversores que controlan sociedades deportivas y pueden perder sus ahorros.

Como un Gobierno democrático, los máximos responsables azulgrana y blancos están menos interesados en la estabilidad presupuestaria que en el bienestar de la gente. Su objetivo es maximizar los resultados deportivos durante su mandato. Esto les lleva siempre a apostar fuerte. Sus decisiones son valientes, como atestiguan los éxitos cosechados por Messi, Ronaldo y los muchos galácticos que han aterrizado en nuestra Liga. Y aciertan a menudo, como si fueran llevados por la mano invisible de la sabiduría de las masas, según la cual las democracias son mejores que las dictaduras porque los grupos numerosos toman mejores decisiones que los individuos más brillantes.

Pero, como en las democracias, los directivos del Barça y del Madrid pecan de cortoplacismo, porque su horizonte temporal son los cuatro años de su legislatura, con lo que les importa poco endeudar económica o deportivamente sus clubes. Y caen en la tentación populista, haciendo fichajes más mediáticos que efectivos, o reemplazando al entrenador a las primeras críticas.

En otros países, como Alemania, también hay clubes democráticos. Pero ninguno capaz de tanta grandeza y tanta miseria como Barça y Madrid. Nuestras democracias son extremas. También la política, que nos ofreció el heroísmo en la Transición y el espectáculo de hoy. Somos un país de Zidanes y Kakás. @VictorLapuente

Archivado En