Columna

Antropológica

A corto plazo la acción política pasa por reforzar un sentido de la solidaridad y en contratación de rastreadores y personal sanitario, aprovechamiento de infraestructuras públicas, reforzamiento de atención primaria...

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el pasado 25 de agosto.Óscar J.Barroso (Europa Press)

Hace algunos años escuché una historia, supuestamente real, que podría haber inspirado una de esas series hospitalarias que tanto me gustan. Aunque últimamente estoy más enganchada a los telefilmes de forenses y me sorprendo a mí misma presenciando espectáculos nauseabundos de tripas comidas por gusanos. Desde que el doctor Gannon comenzara con sus diagnósticos, yo les he sido fiel al doctor Vilches, al doctor House y al Buen Doctor que se pone de los nervios si alguien coloca al revés el rollo de papel higiénico. He visto episodios de la doctora Queen, doctor en Alaska y doctor en Los Alpes. ...

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Hace algunos años escuché una historia, supuestamente real, que podría haber inspirado una de esas series hospitalarias que tanto me gustan. Aunque últimamente estoy más enganchada a los telefilmes de forenses y me sorprendo a mí misma presenciando espectáculos nauseabundos de tripas comidas por gusanos. Desde que el doctor Gannon comenzara con sus diagnósticos, yo les he sido fiel al doctor Vilches, al doctor House y al Buen Doctor que se pone de los nervios si alguien coloca al revés el rollo de papel higiénico. He visto episodios de la doctora Queen, doctor en Alaska y doctor en Los Alpes. Vi M.A.S.H. y ¿Qué me pasa, doctor? Ahora que virus mutantes colonizan la Tierra a través de nuestros maltrechos cuerpos hospedadores, reparamos en la pertinencia de la devoción por las ficciones sanitarias. Pero mi historia es un hecho real: investigadores estadounidenses descubren que niños y niñas con cáncer, procedentes de familias “hispanas”, se recuperan mejor que los de familias anglosajonas. La causa reside en que las familias “hispanas” nos abrazamos y damos más calor, tangible y pegajoso, que las familias de culturas para las que la cercanía es invasiva. Esto, que supone una ventaja en ciertas situaciones patológicas, en otras nos mata: a veces se achaca nuestra elevada tasa de contagio a una idiosincrasia sobona que no sabe conversar si no es tocando carne.

Pensé en estas cuestiones después de la charla que, cada miércoles, mantenemos Manuel Delgado, Àngels Barceló y yo en la SER. Allí hablamos de la dificultad de cambiar comportamientos culturalmente tan asentados en la base de nuestra sociabilidad que, por mucho que nos recomienden o prohíban, cuando los reprimimos, surge la extrañeza, incomodidad, la sensación de vivir una vida a medias o entre paréntesis. Los aprendizajes son lentísimos hasta que se transforman en adquisiciones. Así que hay quien asume la fatalidad antropológica, tira la toalla, se va al bar a tomar una caña o declara que todos los niños de Madrid se van a contagiar. Y se queda tan pancha. Porque como aquí no se vive en ningún lado, pero algo malo debía de tener esto del sol y la extraversión. Parece que estos comportamientos son casi impermeables a la acción política a no ser que coloquemos el logro del objetivo en el plazo remoto. A corto plazo la acción política, que serviría de contrapeso a nuestra indeleble idiosincrasia mediterránea y táctil, pasa por reforzar un sentido de la solidaridad que para los temas de salud también está antropológicamente arraigado en nuestra cultura —medalla de oro en donaciones de sangre, trasplantes y cariñoso cuidado a las personas enfermas—, y en tomar medidas que no me canso de repetir: contratación de rastreadores y personal sanitario, aprovechamiento de infraestructuras públicas, reforzamiento de los centros de atención primaria. Esto sería más útil que la medicalización de hoteles o la opaca contratación de servicios privados para realizar test de anticuerpos a docentes convocados con atropello antes del comienzo de curso. Pero es que a Madrid le tienen manía, dónde ha visto usted a un presidente que ataque así a su capital, hay cuatro escenarios para la vuelta al cole —uno, cuatro, dos, tres…— y, cuando el Barça gana, al PSOE le va bien. Que parece usted antropológicamente tonto, oiga.

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