Columna

Septiembre

Tengo la esperanza de volver cuando los rebrotes no acaparen ya los titulares de cada día. Es mucho esperar porque eso significaría que todos hemos aprendido algo

Una pareja pasea por el centro de Bruselas con mascarilla.JULIEN WARNAND (EFE)

Tengo la esperanza de volver cuando los rebrotes no acaparen ya los titulares de cada día. Es mucho esperar porque eso significaría que todos hemos aprendido algo, los ciudadanos a ser cuidadosos, responsables, los Gobiernos a invertir en sanidad y salud pública, todos a ser más solidarios, que es lo mismo que decir mejores personas. Tal vez espero demasiado, pero este año ha sido tan terrible que no podemos conformarnos con menos. De momento, me voy de vacaciones. Voy a descansar un mes de las cifras, de la tragedia perpetua, de la inquietud interminable, de la bronca política sin fin, del ca...

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Tengo la esperanza de volver cuando los rebrotes no acaparen ya los titulares de cada día. Es mucho esperar porque eso significaría que todos hemos aprendido algo, los ciudadanos a ser cuidadosos, responsables, los Gobiernos a invertir en sanidad y salud pública, todos a ser más solidarios, que es lo mismo que decir mejores personas. Tal vez espero demasiado, pero este año ha sido tan terrible que no podemos conformarnos con menos. De momento, me voy de vacaciones. Voy a descansar un mes de las cifras, de la tragedia perpetua, de la inquietud interminable, de la bronca política sin fin, del cansancio de aplaudir, de animar, de sostener esta lucha incierta en la que nunca podemos estar seguros de ir ganando. Descansen ustedes también. Descansen de mí, de los columnistas como yo, descansen del temor y de la pesadumbre, intenten aprovechar el verano para aislarse por su propia voluntad en un autoconfinamiento plácido, gozoso, de cenas en el jardín con viejos y buenos amigos. Manténganse en pie, por favor. No se derrumben. Si tenían previsto viajar, viajen aunque no puedan quitarse la mascarilla, y mímense. Estamos vivos y la condición de los seres vivos es vivir, no empezar a agonizar lentamente antes de tiempo. Ni siquiera se trata de levantar la economía, sino de conservar la vida como un estado propio, una suma de experiencias reconocibles, un patrimonio intransferible al que no se puede renunciar. Más allá del sufrimiento, las vacaciones que empiezan serán también capaces de darnos alegrías. No las desperdicien y resistan, porque resistir siempre ha sido y siempre será vencer. Ojalá septiembre nos devuelva la primavera que este maldito virus nos ha robado. Hasta entonces, cuídense mucho y sean felices.

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