La soberbia
En este verano incierto, ser patriota es, como mínimo, una cosa: llevar mascarilla
Los españoles que iban a Italia en el siglo XVI cuentan en sus cartas situaciones que nos resultan familiares: antes de bordear los Alpes evitaban algunos pueblos franceses que estaban comidos por la peste; algunas universidades cerraban por temporadas para evitar contagios... Al final del trayecto, Italia era la ventura y una seducción de cortesanía. Sicilia y Nápoles, reinos españoles en el mapa del emperador Carlos, eran una oportunidad. Aun deslumbrados, estos españoles en Italia debieron de mostrarse crecidos en altivez, porque se repite entre los textos italianos de ese tiempo la queja d...
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Los españoles que iban a Italia en el siglo XVI cuentan en sus cartas situaciones que nos resultan familiares: antes de bordear los Alpes evitaban algunos pueblos franceses que estaban comidos por la peste; algunas universidades cerraban por temporadas para evitar contagios... Al final del trayecto, Italia era la ventura y una seducción de cortesanía. Sicilia y Nápoles, reinos españoles en el mapa del emperador Carlos, eran una oportunidad. Aun deslumbrados, estos españoles en Italia debieron de mostrarse crecidos en altivez, porque se repite entre los textos italianos de ese tiempo la queja de que los españoles que allí campaban eran buenos cortesanos pero envalentonados y soberbios.
Hoy la lengua popular no acudiría a la palabra soberbia para calificar esa actitud de nuestros antepasados sino que seguramente emplearía su versión más juvenil, ir de sobrado. Una y otra levantan la ceja hacia el mismo étimo, el latín super.
En la misma época en que los españoles paseaban por Italia, una palabra latina empezó a hacer fortuna en español: patria. La Edad Media hablaba del vínculo con un reino o un lugar en términos de tierra pero ya en el siglo XVI no gustaba la evocación feudal de tal vocablo y se apuntaba con patria a una idea renacentista, menos señorial y servil, de pertenencia a un lugar.
Hoy patria es una de esas palabras con muchas aristas sentimentales, connotadas o envilecidas por la política. Para muchos ser patriota es agarrarse a una bandera, la que sea, y apretar los dientes en una adhesión cándidamente simple a la que le falta un componente que ya poco se exige: el sentido del deber. Los símbolos son legítimos y respetables pero no son nada si no se trascienden y se llenan sus servidumbres con una actuación social acorde, que los dignifique a la medida de nuestro comportamiento. Cada época exige un patriotismo distinto y hoy bajar la soberbia es una forma de ser patriota. Hacer patria es reconocer que se han cometido errores en la difícil gestión de la pandemia; hacer patria es cumplir lo que se nos ordena para tratar de controlar esta nueva peste. En este verano incierto, ser patriota es, como mínimo, una cosa: llevar mascarilla. Y que los soberbios y sobrados sean solamente aquellos valentones que requerían fieramente la espada en el siglo XVI.