Columna

Chupones

Al saber que 'Vampiros, la evolución del mito' había despertado de su letargo y estaba abierta en Atocha hasta septiembre, me fui a Caixaforum desprovisto de crucifijo y ristra de ajos

Fotograma de 'Drácula' (1931), con Helen Chandler y Bela Lugosi.

Admito haber tenido tendencias vampíricas desde muy joven y en ambas modalidades, vampirizado yo gustosamente y vampirizando sin darme cuenta. Todo ello con apenas derramamiento de sangre. Así que al saber que Vampiros, la evolución del mito, clausurada en marzo poco después de abrirse, había despertado de su letargo y estaba abierta en Atocha hasta septiembre, me fui a CaixaForum desprovisto de crucifijo y ristra de ajos. El vampirismo no es un humanismo, y lo sabíamos. Su máximo símbolo es u...

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Admito haber tenido tendencias vampíricas desde muy joven y en ambas modalidades, vampirizado yo gustosamente y vampirizando sin darme cuenta. Todo ello con apenas derramamiento de sangre. Así que al saber que Vampiros, la evolución del mito, clausurada en marzo poco después de abrirse, había despertado de su letargo y estaba abierta en Atocha hasta septiembre, me fui a CaixaForum desprovisto de crucifijo y ristra de ajos. El vampirismo no es un humanismo, y lo sabíamos. Su máximo símbolo es un murciélago, y el primer acierto de la exposición es iniciarla con cuatro grabados de Goya en los que el mamífero volador que tanto obsesionaba al aragonés comparte sala con otros visionarios de la pintura y con el apóstol del mito, Bram Stoker, de quien se puede ver el manuscrito original de su novela Drácula. Llama la atención el Capricho nº 45, Mucho hay que chupar; sus comeniños no son más truculentos que otros rufianes goyescos, pero el comentario del artista tiene la llaneza brutal de tantos de sus escritos: “Parece que el hombre nace y vive para ser chupado”. En el repertorio de rijosos y alcahuetas de Goya, chupado y chupador son de ambos sexos, ambiguos o binarios, como si anunciaran el moderno salto de la vampiresa al transvampiro. Asombra en la muestra de la Cinemateca Francesa la cantidad de andróginos reflejados en el espejo de la moda, el arte y, sobre todo, el cine. ¿Contagio yugular? La exposición es un desafío al statu quo. Las muchas alas presentes, membranosas o no, nos recuerdan nuestra parte y origen animal. ¿Quién chupa a quién? En mitad del recorrido surge la cámara del horror político, con sus caricaturas de chupones históricos y célebres iconos del capitalismo succionador. El visitante español se pregunta: ¿y los de aquí? Con tanto vampiro de colmillo retorcido y tanta vamp de melena rubia, ¿ningún chupóptero nuestro?

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