Columna

El penoso porvenir de Emmanuel Macron

Los dos próximos años auguran muchos sudores para el presidente frances y su ayudante, oficialmente nuevo primer ministro

El presidente francés Emmanuel Macron, en una imagen de archivo.Blondet Eliot/ABACA (GTRES)

Era previsible: Édouard Philippe, primer ministro de Francia, tenía que marcharse. Sin haberlo premeditado, había transgredido una ley de oro del sistema constitucional de la V República: volverse más popular que el propio mandatario de la nación. Crimen imperdonable a dos años vista de las elecciones presidenciales. Si, desde 2018, Philippe eligió una orientación programática conservadora convenida con el presidente, el escudo levantado por las reivindicaciones de los movimientos sociales (sindicatos, chalecos amarillos, oposición) puso a Emmanuel Macron contra las cuerdas de la cruda ...

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Era previsible: Édouard Philippe, primer ministro de Francia, tenía que marcharse. Sin haberlo premeditado, había transgredido una ley de oro del sistema constitucional de la V República: volverse más popular que el propio mandatario de la nación. Crimen imperdonable a dos años vista de las elecciones presidenciales. Si, desde 2018, Philippe eligió una orientación programática conservadora convenida con el presidente, el escudo levantado por las reivindicaciones de los movimientos sociales (sindicatos, chalecos amarillos, oposición) puso a Emmanuel Macron contra las cuerdas de la cruda realidad del sistema político francés. Su pretensión de representar algo que trasciende los ejes de la derecha y de la izquierda se desvaneció en tres años. Ninguna de sus reformas dejó un rastro satisfactorio. La fragmentación de su propia mayoría en la Asamblea Nacional en dos corrientes, en los ejes de la derecha y de la izquierda, respectivamente, acabó demostrando, de nuevo, que un presidente en la V República no puede actuar sobre el sistema sin un partido fuerte que lo avale. Porque Macron dispone de una mayoría legal somera, incapaz de generar legitimidad dentro del país, producto de una disrupción del sistema político francés que debilitó a todos los partidos. Perdió las elecciones europeas, también las municipales, y perderá, muy probablemente, las próximas departamentales y cantonales.

El nombramiento de Jean Castex como nuevo primer ministro es el emblema de esta situación. Corrobora que la orientación para afrontar los comicios presidenciales de 2022 será conservadora; delata al macronismo como brazo oficial de la derecha encarnada en un intento de alianza entre expartidarios de Nicolas Sarkozy y el centro tradicional; y desbarata el engañoso lema “ni de derecha ni de izquierda”, no solo en el imaginario del presidente, sino en la realidad: la reciente recomposición de un eje ecologista-izquierda, tras el triunfo de los verdes en las municipales da cuenta de ello (a pesar de la tasa particularmente alta de abstenciones).

Elegir a un primer ministro desconocido, de perfil tecnócrata y conservador, revela la pretensión de Macron de tener a su lado un cuadro ejecutivo, y no un político. Asume la lógica de la V República: es el presidente el que manda. La campaña para las presidenciales ha comenzado, y no se necesita descifrar el lenguaje de las estrellas para adivinar sus palabras clave: se hablará de la nación “reconstruida” después del trauma colectivo de la covid-19, de la solidaridad social en sentido gaullista —marca de mercado local del nuevo primer ministro—, y de la revolución verde, porque el presidente se ha vuelto ecologista…. Pero aún queda una pregunta por aclarar: ¿un presidente tan solitario puede afrontar una sociedad civil y política tan dividida? Los dos próximos años auguran muchos sudores para Macron y su ayudante, oficialmente nuevo primer ministro.

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