Columna

Buen señor si tuviera buen vasallo

El objetivo es salvar al presidente. Si un cargo lo compromete, se marcha. Si actúa de parapeto, o si cesarlo podría indicar debilidad, se mantiene

Màxim Huerta, durante el anuncio de su dimisión. JAVIER SORIANO (AFP)

La fortaleza del Gobierno es su debilidad. En sus primeros tiempos presumía de exigencia ética. Màxim Huerta había tenido un problema con Hacienda. Lo había solucionado, pero fue motivo para descartarlo como ministro de Cultura. Algo similar ocurrió con Carmen Montón, acusada de copiar en un trabajo de máster.

Ahora parece difícil imaginar qué haría dimitir a alguien del Gobierno Sánchez (no digamos de su socio menor: un líder del Ejecutivo feminista conservó y destruyó una tarjeta robada que contenía imágenes íntimas de una subordinada). En Aragón, donde gobierna el PSOE, dimitió una c...

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La fortaleza del Gobierno es su debilidad. En sus primeros tiempos presumía de exigencia ética. Màxim Huerta había tenido un problema con Hacienda. Lo había solucionado, pero fue motivo para descartarlo como ministro de Cultura. Algo similar ocurrió con Carmen Montón, acusada de copiar en un trabajo de máster.

Ahora parece difícil imaginar qué haría dimitir a alguien del Gobierno Sánchez (no digamos de su socio menor: un líder del Ejecutivo feminista conservó y destruyó una tarjeta robada que contenía imágenes íntimas de una subordinada). En Aragón, donde gobierna el PSOE, dimitió una consejera por unos comentarios sobre las condiciones laborales de los sanitarios. En Madrid, una responsable de salud dimitió por desacuerdos con la política de Isabel Díaz Ayuso.

No se debe a que se hayan relajado los estándares: era marketing. Y sería un error lamentar una falta de coherencia. La coherencia es total: el objetivo es salvar al presidente. Si un cargo lo compromete, se marcha. Si actúa de parapeto, o si cesarlo podría indicar debilidad, se mantiene.

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Hemos vivido una tragedia, una situación dificilísima para cualquier Administración, y parte del Ejecutivo no reconoce errores. El presidente de un Gobierno incapaz de dar cifras fiables se pone a sí mismo notable: ¿por qué tanta modestia? La crítica se convierte en una descortesía o una deslealtad.

Elisa de la Nuez ha señalado una dinámica perversa. Como nadie asume responsabilidades políticas, se recurre a la vía judicial. No es el cauce adecuado; además, que los casos no prosperen se entiende como la extinción de las responsabilidades políticas.

En un ecosistema polarizado, para camuflar fallos de gestión se ensalza a los responsables con argumentos de dudosa relevancia. A veces una operación irónica los convierte en iconos. Son líneas de contención: el énfasis en su calidad humana contrasta con que los usen como instrumentos para proteger al jefe.

Se justifican mentiras o atrasos diciendo que los ciudadanos no habríamos podido entender la situación: qué buen señor sería si tuviera buenos vasallos. Lo llamativo no es que haya defensores de este argumento (que no tolerarían si viniera de otro partido), sino hasta qué punto revelan una visión a corto plazo y dominada por la propaganda. La crisis económica y los rebrotes requieren algo más. @gascondaniel

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