Columna

Asia

El estudio de las relaciones sino-indias resulta sumamente esclarecedor a la hora de comprender la lógica de acción del PCCh y la percepción de los dirigentes indios

Manifestantes indios protestan contra los líderes chinos, en Bhopal, India, el pasado 16 de junio.SANJEEV GUPTA (EFE)

La pasada semana por un momento la posibilidad de una escalada entre dos superpotencias nucleares, China y la India, ha estado más cerca que nunca. El enfrentamiento entre soldados de ambos ejércitos acabó con la vida de 20 soldados indios (China guarda silencio), en una escena de violencia goyesca: a falta de armas de fuego, medida preventiva, las paradójicas fuerzas armadas-desarmadas recurrieron al uso de piedras y palos.

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La pasada semana por un momento la posibilidad de una escalada entre dos superpotencias nucleares, China y la India, ha estado más cerca que nunca. El enfrentamiento entre soldados de ambos ejércitos acabó con la vida de 20 soldados indios (China guarda silencio), en una escena de violencia goyesca: a falta de armas de fuego, medida preventiva, las paradójicas fuerzas armadas-desarmadas recurrieron al uso de piedras y palos.

El estudio de las relaciones sino-indias resulta sumamente esclarecedor a la hora de comprender la lógica de acción del PCCh y la percepción de los dirigentes indios. Desde la década de los cincuenta, Nehru, que sentía fascinación por China, priorizó las relaciones bilaterales, afianzadas en los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica que incluían el respeto por la soberanía territorial y la no agresión mutua. Hindi Chini bhai bhai, “indios y chinos son hermanos”, era el eslogan popular. De poco sirvió. La huida a la India del Dalai Lama tras la invasión del Tíbet irritó sobremanera a Pekín, que en 1962 se anexionó el Aksai Chin, dando lugar a la primera guerra sino-india. Tras dos décadas de tensiones por unas fronteras heredadas del Imperio Británico, siguió un periodo de relativa estabilidad preservado por un pragmatismo quirúrgico que aislaba los intereses comerciales de las disputas territoriales, una fórmula que ha convertido a China en el primer socio de la India, con una balanza de pagos de 58.000 millones de dólares a favor de la primera.

Narendra Modi también ha realizado una importante inversión personal en la relación con Xi Jinping, manteniendo regularmente encuentros de alto nivel y evitando críticas por Xinjiang, Hong Kong o el mar de China Meridional. Lo que no le ha impedido intensificar su agenda nacionalista geopolítica en respuesta al megaproyecto del Corredor Económico China-Pakistán, y que emula parcialmente las acciones de estos en fondo y forma. Ahí está la anulación de la autonomía de Cachemira en agosto de 2019 o las declaraciones del ministro de Interior, Amit Shah, reivindicando la soberanía sobre Aksai Chin.

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La colisión actual se enmarca en el contexto de la covid-19. Aprovechando que la India suspendió sus ejercicios militares en la zona por la pandemia, el Ejército Popular de Liberación avanzó posiciones en territorio indio de centralidad estratégica. ¿Qué consecuencias tendrá? Posibles escenarios apuntan a un mayor acercamiento de la India a los rivales estratégicos de China, EE UU y Japón, así como a las democracias liberales en general. Tampoco se descarta un cambio de rumbo en la política de aislar la economía de las cuestiones territoriales. Recientemente Modi restringió las inversiones chinas en el país. En el peor de los casos, si China persiste en su afán de ejercer un dominio panasiático, la rivalidad se intensificará con una posible deriva hacia un conflicto regional de altísimo riesgo. El siglo XXI ha sido acuñado como el “siglo de Asia”. Por el extraordinario ascendente económico, demográfico y cultural del continente. También por el potencial de conflictos, igualmente dimensionados.

@evabor3

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