Editorial

Vacío industrial

El cierre de Nissan y Alcoa ha puesto un rostro dramático a la crisis del sector

El humo se eleva sobre la fábrica de Nissan mientras los trabajadores queman neumáticos durante una protesta en Barcelona.Emilio Morenatti (AP)

La industria española ha sido la gran olvidada de las últimas tres décadas. La política económica ha confiado en un patrón de crecimiento basado en el turismo, el ocio y la construcción durante el boom inmobiliario. Los Gobiernos han dado por hecho que la industria podía progresar de forma sostenida sin necesidad de reformas. El confinamiento y la parálisis de la actividad han arruinado a la industria hasta extremos catastróficos. En abril, la producción industrial cayó en términos interanuales el 33,6%, el hundimiento más acusado desde que existen series estadísticas en la democracia. ...

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La industria española ha sido la gran olvidada de las últimas tres décadas. La política económica ha confiado en un patrón de crecimiento basado en el turismo, el ocio y la construcción durante el boom inmobiliario. Los Gobiernos han dado por hecho que la industria podía progresar de forma sostenida sin necesidad de reformas. El confinamiento y la parálisis de la actividad han arruinado a la industria hasta extremos catastróficos. En abril, la producción industrial cayó en términos interanuales el 33,6%, el hundimiento más acusado desde que existen series estadísticas en la democracia. Si se considera que la actividad industrial es responsable del 80% de las inversiones en investigación y desarrollo, se tendrá una idea clara del daño que produce esta crisis industrial en el futuro de la economía del país.

El cierre de Nissan y Alcoa ha puesto un rostro dramático a la crisis industrial. Pero viene de lejos. Cuando se normalice la actividad habrá una recuperación de la producción, pero persistirá la tendencia endémica a la baja. Hay varias razones para explicar esta decadencia, pero una es la dominante: la industria española ha competido con las manufacturas y productos de otros países, principalmente con salarios bajos; así ha atraído también inversiones extranjeras en bienes sofisticados de larga duración, como el automóvil. Pero la producción española dejó de ser competitiva en salarios ya en los noventa. El cambio del modelo industrial que debería haberse iniciado casi con la reconversión industrial se ha retrasado en exceso.

No faltan ideas para definir la política industrial necesaria que lleve a este sector español al 20% del PIB, como quiere Europa. Hay que invertir en la mejora tecnológica de las empresas para que compitan por productividad en lugar de por salarios. Los costes energéticos que paga la industria española son superiores a los que incorporan empresas de otros países en el precio final de sus productos. El estatuto redactado para regular los precios de las empresas de consumo intensivo tiene años de retraso. El tercer pilar de una estrategia industrial debería implicar una orientación en los estudios medios y superiores hacia la gestión empresarial.

Pero lo que sí falta es iniciativa política y tensión en el esfuerzo. Para aumentar la participación de la industria en el PIB hay que actuar de forma persistente; no bastan los impulsos erráticos, que se agotan rápidamente, bien porque cambia el Gobierno, bien porque no hay recursos públicos ni incentivos para sostener los programas durante el tiempo necesario. Faltan además recursos públicos. Las empresas y los agentes sociales reclaman un pacto por la industria; sin duda, sería deseable. Pero mientras se consigue, bastaría con definir una estrategia de recuperación industrial que sea algo más que una declaración sobre el papel y que no se abandone en cuatro años.

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