Columna

Más Hamilton, menos Iglesias

Uno es el emblema histórico del federalismo y de la unión más estrecha, el otro, de la división y de la polarización contemporáneas

El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, durante la sesión plenaria del Congreso de los Diputados el 20 de mayo.KIKO HUESCA (Europa Press)

Así se construye la historia, con el esfuerzo de los políticos que unen y con el resentimiento de los que dividen, en una proporción que determina el rumbo de los acontecimientos.

Alexander Hamilton fue el primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, brazo derecho de George Washington. A su iniciativa, en 1790, de mutualizar la deuda contraída por las 13 excolonias en la guerra de Independencia se debe la fortaleza de la unión construida con los mimbres sueltos de una confederación sin Gobierno central, sin presupuesto y sin impuestos.

Pablo Iglesias es el vicepresidente segu...

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Así se construye la historia, con el esfuerzo de los políticos que unen y con el resentimiento de los que dividen, en una proporción que determina el rumbo de los acontecimientos.

Alexander Hamilton fue el primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, brazo derecho de George Washington. A su iniciativa, en 1790, de mutualizar la deuda contraída por las 13 excolonias en la guerra de Independencia se debe la fortaleza de la unión construida con los mimbres sueltos de una confederación sin Gobierno central, sin presupuesto y sin impuestos.

Pablo Iglesias es el vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales del Gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos. También a su iniciativa se debe la aprobación el viernes del ingreso mínimo vital, una cuestión programática para su partido, que Iglesias considera el mayor avance en derechos sociales de los últimos 15 años.

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El primero, el personaje histórico, se ha convertido estos días, gracias al fondo de recuperación europeo de 750.000 millones de euros propuesto por Bruselas, en el emblema de la unión y de la solidaridad federales. Muchas eran las voces que venían reclamando sin éxito alguno un momento Hamilton ya desde 2010, cuando empezó la crisis de las deudas soberanas de los países europeos mediterráneos. Ahora, con el coronavirus y la recesión que se prepara, el ejemplo de Hamilton está triunfando.

Los motores indispensables de la construcción europea que son Francia y Alemania han concertado sus posiciones. La Comisión ha prestado su apoyo, haciendo realidad su proclamada vocación geopolítica. Con el Brexit ya consumado ha quedado eliminado el insalvable obstáculo que hubiera significado el socio británico. Y solo quedan los cuatro frugales (Austria, Suecia, Dinamarca y Países Bajos) como oposición al salto federalizante que significará la emisión de deuda, la expansión presupuestaria y fiscal y, a la larga, la creación de un tesoro europeo.

El segundo, el político contemporáneo, ha protagonizado los enfrentamientos verbales probablemente más graves que haya presenciado el Parlamento español desde la recuperación de la democracia. En los días del momento Hamilton. Al empezar el luto por las 27.000 víctimas mortales de la epidemia. Luego ha reconocido el error: no debió eclipsar el éxito de las políticas sociales de su Gobierno.

Hay políticos que unen y otros que separan. El primero es el emblema del federalismo, de la unión más estrecha, el segundo, de la división y la polarización como método y sistema.

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